Crítica:

Viaje a ninguna parte

Texas, el día de fin de año de 1974. Un local, mitad antro, mitad bar country-western, está en plena ebullición. Primera sorpresa: sin bajar nunca la cámara a la altura del suelo, el encuadre transmite una inusual tensión una notable inestabilidad. No hay subrayados, no parece que pase nada: la cámara, inquietantemente, sólo muestra una persona que casi no hablará a lo largo de toda la película. La fotografía es granulada, sucia como el local. El tratamiento es de un acusado realismo.Lo que viene luego parece más previsible: se trata de narrar las peripecias de una pareja de policías de...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Texas, el día de fin de año de 1974. Un local, mitad antro, mitad bar country-western, está en plena ebullición. Primera sorpresa: sin bajar nunca la cámara a la altura del suelo, el encuadre transmite una inusual tensión una notable inestabilidad. No hay subrayados, no parece que pase nada: la cámara, inquietantemente, sólo muestra una persona que casi no hablará a lo largo de toda la película. La fotografía es granulada, sucia como el local. El tratamiento es de un acusado realismo.Lo que viene luego parece más previsible: se trata de narrar las peripecias de una pareja de policías destinados a la brigada antidroga. Una, la chica, es una novata; otro, el chico, será su mentor en el peligroso descenso a los infiernos, en el absurdo viaje a ninguna parte que, en el fondo, constituye la materia final de este Hasta el límite, debú en la realización de Lili Fini Zanuck, esposa del productor Richard Zanuck y ella misma ex productora. Un duro, original y a la postre contundente filme que sitúa a su autora tras la senda de Kathlyn Bigelow, tal vez la realizadora comercial más personal surgida en el cine americano en los últimos años.

Hasta el límite (Rush)

Dirección: Lili Fini Zanuck. Guión: Peter Dexter, según la novela de Kliní Wozencraft. Fotografía: Kenneth McMillan. Música: Eric Clapton. Producción: Richard Zanuck para Zanuck Company / MGM, EE UU, 1991. Intérpretes: Jason Patrick, Jennifer Jason Leigh, Sam Elliot, Max Perlich, Gregg Alman, Tony Frank. Estreno en Madrid: cines Proyecciones y Vaguada.

Trama previsible, decíamos. Y parece serlo: como toda buddy movie, como toda película de colegas, también aquí hay espacio para el aprendizaje. Pero cuando el espectador espera que el filme continúe por esa línea, es decir, con la narración de las hazañas de los buenos policías contra los malvados traficantes de drogas, el guión da un giro y nos vemos metidos de lleno en otra cosa: concretamente, en un caso de adicción, aunque esta vez por causas ciertamente insólitas.

Hasta el límite sitúa su acción hacia mediados de los setenta, una época en la cual la represión de los traficantes se realizaba mucho más contra el proveedor que controlaba una pequeña red de camellos que contra el tráfico internacional a gran escala. Esta situación cronológica de la acción legitima y hace verosímiles las peripecias concretas de los protagonistas, cuyas acciones sirven para hacer de la película el retrato de una imposible cruzada de dos alucinados prisioneros del consumo y de un no menos alucinado jefe de policía prisionero de su fanatismo religioso. Así, el filme termina convirtiéndose en un thriller sin acción, en un discurso sobre el amor en el que apenas se habla de él y, a la postre, en una reflexión respecto a los límites a los cuales puede llevar el cumplimiento ciego del deber.

No es, empero, un filme perfecto, ni mucho menos. La principal objeción que se le puede hacer tiene que ver con su poca fidelidad a la hora de mostrar las consecuencias de ese transitar por el lado salvaje de la droga: resulta de todo punto increíble la súbita regeneración de la chica por obra y gracia de su propia voluntad. Pero tiene a su favor la fuerte tensión dramática que Fini Zanuck imprime a la trama, que poco o nada tiene que ver con la acción trepidante y de ensordecedor sonido, baza casi única que juegan los filmes americanos contemporáneos. Abundan, por el contrario, los aparentes tiempos muertos, una narración que resuelve muy bien sus momentos más dramáticos -algunos muy duros: el tiroteo en la roulotte, sin ir más lejos-.

Así las cosas, Hasta el límite se erige en un excelente ejemplo de cine comercial bien hecho, pero sin renunciar en ningún momento al discurso personal. Rara avis, pues, en el contexto actual del cine americano.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En