Crítica:DANZA

Una reverencia para los héroes del baile

Entrañable hasta la emoción fue la gala del día de la danza, no tanto por los contenidos como por el homenaje rendido por la organización a Karen Taff (Copenhague, 1905), a Rosario (Florencia Pérez Padilla, Sevilla, 1918) y a Antonio (Ruiz Soler, Sevilla, 1921). La primera-venerada maestra, fue junto a los también daneses, ya muertos, Leif y Lena Omberg, las primeras piedras del ballet en Madrid en la segunda mitad del siglo.Rosario y Antonio, todo duende y gracejo, han sido la pareja grande de la danza española de tradición: ambos menudos, con arrojo en escena, compenetrados hasta en el más s...

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Entrañable hasta la emoción fue la gala del día de la danza, no tanto por los contenidos como por el homenaje rendido por la organización a Karen Taff (Copenhague, 1905), a Rosario (Florencia Pérez Padilla, Sevilla, 1918) y a Antonio (Ruiz Soler, Sevilla, 1921). La primera-venerada maestra, fue junto a los también daneses, ya muertos, Leif y Lena Omberg, las primeras piedras del ballet en Madrid en la segunda mitad del siglo.Rosario y Antonio, todo duende y gracejo, han sido la pareja grande de la danza española de tradición: ambos menudos, con arrojo en escena, compenetrados hasta en el más sutil acento, son artistas irrepetibles, verdadera mitología, como dijo otra leyenda viva: Pilar López.

Gala Día Internacional de la Danza

Afanya't a poc a poc, García / Mariño; Preludio a la siesta de un fauno, Wallenkamp / Debussy; Uti non abuti, Perdikidis / Purceli-Conte; Las bodas de Aurora, Petipa-León/Chaikovski; Juegos rítmicos, Lobón / Soldevilla; Soleá, Galván / popular; Martinete, José Antonio / popular.Teatro Albéniz. 29 de abril.

El homenaje fue breve, hecho con sobria sinceridad hasta dejar en la profesión, convertida en público esa noche, un buen sabor de boca. De la danza hay que destacar el embrujo mulato dominando la velada: la zaragozana Bertha Bermúdez Pascual y el mozambiqueño Benvido Fonseca, poseedores de esa mezcla misteriosa en su sangre que aporta belleza de línea y una sinuosa libertad de movimientos. Aunque sus coreografías no pasaron de correctas, la calidad de los intérpretes las elevó al aplauso.

La pieza de Perdikidis estuvo arropada por unos ingenios más surreales que simples sombreros, creados por Candela Cort y movidos con soltura y humor. No ocurrió lo mismo con la indumentaria de Jesús Córdoba, vestido por su peor enemigo para hacer una soleá donde intentó entrega y trapío con resultados modestos. En la misma corriente flamenca, Lola Greco y José Antonio aportaron todo el refinamiento que poseen en sus maneras. Ella, ondulante, con dignidad racial; él, desplegando zapato y giro sin exagerar, con el respeto de un virtuoso que sabe cómo colocar estos elementos dentro de un martinete, palo que sólo ahora se baila, pues en su origen era coto cerrado del cante y el pulso de martillo sobre yunque. El resultado es una danza algo fría, pero hermosa y capaz.

Participaron también Los Ballets de Madrid y miembros del grupo contemporáneo catalán Lanónima Imperial.

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