Crítica:CINE

El mundo del revés

Una niñita taciturna y vestida de negro dialoga con su orondo hermanito, tierna, rolliza criatura. "Vamos a jugar a un nuevo juego", dice la niña. "¿Y cómo se llama?", pregunta el gordito. "¿Existe realmente Dios?", responde impertérrita la niña, mientras ata los bracitos de su hermano a una silla eléctrica. Llega la madre e inquiere por tan extraños preparativos. "Es que le voy a electrocutar", dice la niña. Sonrisa entre bondadosa y admonitoria de la madre: "No, niños, no". Y ambos, a coro: "Sí, mamá, sí". ¿Quién puede negarse frente a los deseos de la infancia? La madre asiente, la niña baj...

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Una niñita taciturna y vestida de negro dialoga con su orondo hermanito, tierna, rolliza criatura. "Vamos a jugar a un nuevo juego", dice la niña. "¿Y cómo se llama?", pregunta el gordito. "¿Existe realmente Dios?", responde impertérrita la niña, mientras ata los bracitos de su hermano a una silla eléctrica. Llega la madre e inquiere por tan extraños preparativos. "Es que le voy a electrocutar", dice la niña. Sonrisa entre bondadosa y admonitoria de la madre: "No, niños, no". Y ambos, a coro: "Sí, mamá, sí". ¿Quién puede negarse frente a los deseos de la infancia? La madre asiente, la niña baja el conmutador, se intuye, en off, que el pobre gordezuelo se está asando. Eso sí: entre grititos de gozo. He aquí, resumida, una más de las numerosas secuencias de humor cruel y de salvaje efectividad que pueblan La familia Addams, una de las historietas más emblemáticas del comic americano, hecha serie de televisión en los sesenta y ahora restituida por el cine con toda su iconoclasta y salvaje carga paródica. Los Addams no son, contra lo que pudiera parecer por la descripción de apertura, una familia de sádicos. Muy al contrario, son candorosas criaturas que, no obstante, conciben la vida un poco al revés del resto: hacen bromas pesadas, no trabajan -son inmensamente ricos, pero eso es lo de menos-, predican una moral hecha de disipación y humor negrísimo, son aficionados al ocultismo y, en sus ociosos placeres cotidianos, les ayuda una mano carente de cuerpo.

La familia Addams (The Addams family)

Dirección: Barry Sonnenfeld. Guión:Caroline Thompson y Larry Wilson, según los personajes creados por Charles Addams. Fotografía: Owen Roizman. Música: Marc Shalman. Producción: Scott Rudin para Orion Pictures, EE UU, 1991. Intérpretes: Anjelica Huston, Raúl Julia, Christopher Lloyd, Christina Ricci, Jimmy Workman, Judith Malina, Carel Struycken. Estreno en Madrid: Vergara, Real Cinema, Royal, Parquesur, Capitol, Luchana, Aragón, Excelsior, Colombia, Ideal y Vaguada.

Parodia multigenérica, eficaz antídoto contra la estupidez de la clase media, La familia Addams explicita, a partir de una historia más bien tonta, las situaciones jocosas imaginadas por Charles Addams en las tiras que, desde los años treinta, dibujara en las páginas del New Yorker. Carentes propiamente de narración, estas tiras inspiran aquí peripecias de situación cuya estructura final no es más que la de una sucesión de gags, en algunos casos muy logrados. El proyecto cinematográfico nació con la idea de que lo dirigiera Tim Burton, un cineasta que sabe conjugar como nadie el espíritu naïf con la narración gótica, más unos toques de crítica a la mentalidad dominante: en este sentido, los Addams son la familia en el seno de la cual habría querido caer el bueno de Eduardo Manostijeras.

En cambio, quien se hizo cargo de la dirección es un novel, el por otra parte notable director de fotografía Barry Sonnefeld (habitual colaborador de los Coen y de Rob Reiner), y el cambio se nota. Aun cuando Sonnenfeld rescata en su integridad el humor corrosivo de los Addams, y aun cuando la película abunda en momentos logrados -como la ejemplar primera secuencia, toda una declaración de principios-, lo cierto es que le falta desenfreno, esa pizca de locura que se intuye, sólo se intuye, de cuando en cuando.

Los Addams fílmicos se muestran dignos continuadores de sus ancestros. No pretenden otra cosa que hacer reír un rato, y lo logran. En medio de tanta risotada adocenada, las evoluciones gimnásticas de Gómez y el tío Fester, las réplicas cargadas de sentido sádico-sexual de Morticia o el siniestro sentido común de Wendesday son como una bocanada de aire. Fétido, pero aire al fin y al cabo.

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