Crítica:ARTE

El aroma del mejor Chillida

Esta muestra de obra reciente del gran escultor vasco coincide en Sevilla con la inauguración -tras las peripecias y polémicas esperpénticas que han dilatado el proyecto por más de una década- de su soberbio Monumento a la tolerancia. Ubicada en ese lugar emblemático del Muelle de la Sal, a la orilla misma del Guadalquivir, recortada sobre los perfiles de Triana y de esa otra joya que es el puente de Isabel II" La tolerancia se sitúa entre los logros más hermosos de la ambición prioritaria que, en las etapas más recientes de la trayectoria de Chillida, define su escultura ...

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Esta muestra de obra reciente del gran escultor vasco coincide en Sevilla con la inauguración -tras las peripecias y polémicas esperpénticas que han dilatado el proyecto por más de una década- de su soberbio Monumento a la tolerancia. Ubicada en ese lugar emblemático del Muelle de la Sal, a la orilla misma del Guadalquivir, recortada sobre los perfiles de Triana y de esa otra joya que es el puente de Isabel II" La tolerancia se sitúa entre los logros más hermosos de la ambición prioritaria que, en las etapas más recientes de la trayectoria de Chillida, define su escultura pública a partir de una compleja trama de relaciones con el paisaje en el que se inserta. De nuevo, como en los Peines del viento, un diálogo en el límite del agua, aceptando y ganando ahora la mano a un reto harto difícil, el de saber hacerse su sitio en el seno de una estampa tan arquetípica que bordea el estereotipo.No es pues de extrañar que, con la conclusión feliz de un proyecto especialmente querido, Chillida haya demostrado un particular mimo al plantear la selección de obras que forman la muestra que nos ocupa.

Eduardo Chillida

Galería Juana de Aizpuru. Zaragoza,26. Sevilla. Hasta el 15 de mayo.

Obras de particular emoción

Aparentemente sobria en lo que se refiere al número y magnitud de las piezas -medida y adecuada, de hecho, al espacio en el que se presenta- la exposición reúne sin embargo obras de particular emoción, esculturas y gravitaciones en las que reconocemos el aroma y misterio del Chillida mejor.Espléndidas son las dos piezas en hierro, tanto la estela que abre el itinerario de la muestra como su Lotura X, tronco abierto en cuatro brazos que se cierran en torno a la raíz que les da origen. Notable es también el espacio irradiante de los dos alabastros. Pero, para mi gusto, son tal vez algunas de las lurras presentadas, con su alquímica resonancia de las cuatro materias elementales, las que encierran una emoción más singular con relación a la poética chillidiana del espacio interior. Las lurras componen, de hecho, aquel sector de la obra de Chillida donde se hace más patente ese misterioso diálogo que nos abisma hacia la atracción de una espacialidad interna que nos está vedada, al modo de una arquitectura hermética y palpitante.

En contraste, la excelente serie de gravitaciones que acompañan a esta muestra sevillana nos remite a otra esfera del universo del escultor. Es ése, por excelencia, el lugar natural de la levedad, de esa negación del peso que es columna vertebral de toda su reflexión. Y, a un tiempo, la autonomía de los planos ensamblados, tanto más acentuada que en la tradición contemporánea del collage, vuelve a introducir de nuevo esa sugerencia de espacios que, precisamente por ser impenetrables a la mirada, quedan impregnados de una intensidad lírica de alcance muy superior.

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