Crítica:CINE

La trama de un golpe de Estado oculto

Vuelve a las pantallas, después de largos años de letargo, el cine de agitación política, el que no se conforma con las blancas versiones oficiales de los pozos negros de la historiacontemporánea y busca entre los despojos del barro con que se taponó a estos pozos los rastros de la verdad enterrada a cal y canto. Uno de ellos es Agenda oculta, obra del británico Ken Loach, que indaga en la zona trasera, y oscurísima, de la subida al poder de Margaret Thatcher. Y otro es JFK, dirigido por el estadounidense Oliver Stone, que entra, sin detenerse a mirar los riesgos que conlleva...

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Vuelve a las pantallas, después de largos años de letargo, el cine de agitación política, el que no se conforma con las blancas versiones oficiales de los pozos negros de la historiacontemporánea y busca entre los despojos del barro con que se taponó a estos pozos los rastros de la verdad enterrada a cal y canto. Uno de ellos es Agenda oculta, obra del británico Ken Loach, que indaga en la zona trasera, y oscurísima, de la subida al poder de Margaret Thatcher. Y otro es JFK, dirigido por el estadounidense Oliver Stone, que entra, sin detenerse a mirar los riesgos que conlleva, en el avispero,del asesinato del presidente John Kennedy, el 22 de noviembre de 1963, en Dallas, Tejas.

JFK caso abierto

Oliver Stone. Guión: Stone y Zachary Sklar, basado en los libros de Jim Garrison y Jim Marrs. Fotografía: Robert Richardson. Montaje: Joe Hutchsing y Pietro Scala. Música: John Williams. Estados Unidos, 1991. Intérpretes: Kevin Costner, Sissy Spacek, Kevin Bacon, Laurie Metcalf, Michael Rooker, Jay O'Sanders, Ed Asner, Jack Lemnion, Gary Oldrnan, Joe Pesci, Walter Matthau, Tommy Lee Jones, Donald Shuterland. Estreno en Madrid: cines Palacio de la Música, Cid Campeador, Novedades, Juan de Austria, Aluche y California (VO).

Han pasado 28 años, pero los ecos de los disparos de la plaza Dealy, aquel mediodía, todavía resuenan en la memoria viva de este tiempo, porque una parte de este tiempo, algunos de sus aspectos más siniestros, son consecuencia directa de ellos. De ahí que, según Stone y los dos libros en que apoya la trama de su película (Tras la pista de los asesinos, de Jim Garrison, y Fuego cruzado, de Jim Marrs), además de infinidad de documentos previos a ellos, el asesinato de Kennedy es, visto desde esas sus consecuencias, un acontecimiento político que se ajusta milimétricamente a esa forma de rectificación violenta o de giro sangriento del trazado histórico que llamamos golpe de Estado.

El filme tiene el coraje de enfrentarse a la enormidad del suceso en su totalidad casi inabarcable: de ahí su larga duración, superior a tres horas, que, no obstante, lejos de fatigar al espectador, se devora con la atención en vilo, hasta el punto de que, cuando la película finaliza, casi sabe a poco. No contiene JFK cine genial ni lo pretende, pero sí cine didáctico de una solidez infrecuente y con rasgos tan ejemplares como la facilidad con que Stone maneja ni más ni menos que a un reparto de 127 actores, muchos de ellos -Lemmon, Asner, Pesci, Matthau, Sutherland, Oldman y otros- de primera fila, que anteponen sus convicciones a sus intereses y, en una lección de ética profesional, encaman a personajes episódicos, pero vitales en la reconstrucción de algunos engranajes -en sí mismos menores, pero de significación mayor- del complicado y feo mecanismo homicida que se entrevé detrás de aquella tragedia política.

Alarde de montaje

Otro aspecto notable de JFK es su montaje: un alarde de fusión de imágenes documentales puras con documentos reconstruidos y con recomposiciones de la aventura en forma de ficción, de thriller: casi un compendio de este vasto género cinematográfico. No hay rupturas en la unidad que en la pantalla ofrecen materias visuales de tan variado origen: su continuidad es perfecta y, por ello, la fuerza del relato se dispara hacia arriba a medida que avanza, sin desfallecer.Se ve JFK con la emoción que provoca una película de acción y enigma, lo que aumenta indirectamente su fuerza didáctica, que irrita ostensiblemente a los enterradores del caso, y, en cambio, atrapa a quienes -la gran mayoría, incluida la población de Estados Unidos- quieren conocer cuál es la verdad que se esconde detrás de él: una verdad oculta por la insostenible versión oficial ofrecida por el tristemente famoso Informe Warren, que dio por zanjado el suceso sin percatarse de que su preconcebida conclusión y sus contradicciones interiores lo abrían, por el contrario, a un abanico de especulaciones y conjeturas que todavía (aunque han transcurrido casi tres décadas) no han terminado. Prueba de ello es esta más que notable película.

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