Crítica:

Lo que va por dentro

Tribuna del flamenco: ciclo Café de Corte

Cante: Chato de la Isla, Sordera de Jerez, Chano Lobato. Toque: Juan Habichuela, Curro de Jerez. Son: Enrique Pantoja, Faíco, Sebastián Velao. Madrid, Centro Cultural de la Villa, 14 de enero.

Lleno total. Para comenzar el flamenco del Madrid 92. Lo que confirma no sólo el poder de convocatoria del flamenco, sino de los viejos flamencos depositarios de una forma de hacer este arte que ya se frecuenta poco.Chato, Sordera, Chano. Tres sexagenarios sin grandes facultades, pero con una sabiduría exquisita para transmitir lo jond...

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Tribuna del flamenco: ciclo Café de Corte

Cante: Chato de la Isla, Sordera de Jerez, Chano Lobato. Toque: Juan Habichuela, Curro de Jerez. Son: Enrique Pantoja, Faíco, Sebastián Velao. Madrid, Centro Cultural de la Villa, 14 de enero.

Lleno total. Para comenzar el flamenco del Madrid 92. Lo que confirma no sólo el poder de convocatoria del flamenco, sino de los viejos flamencos depositarios de una forma de hacer este arte que ya se frecuenta poco.Chato, Sordera, Chano. Tres sexagenarios sin grandes facultades, pero con una sabiduría exquisita para transmitir lo jondo. Que es lo que importa. El Chato y Sordera, decididamente frágiles, sin poder. ¿Acabados? Los viejos flamencos no se acaban nunca porque, como escribe Rosales, "cantan para acabarse". Y en esas agonías nos entregan quizá lo mejor. Chano, sin ser la mejor de sus actuaciones, en maestro, gobernando todo el tinglado con suficiencia absolutamente entrañable. Cantó la Malagueña del Mellizo, e introdujo -por cortesía hacia esta ciudad, en ocasión tan singular- otra forma que él no hace nunca, la de Chacón, Viva Madrid, que es la Corte..., y cuando terminó besó fraternalmente a Juan Habichuela, otro sabio de la misma generación, agradeciéndole no sólo el toque mágico de su guitarra, sino también que ese toque les hubiera permitido a los dos regalarnos una hermosísima página flamenca.

No fue, sin duda, una noche grande de cante, pero sí una noche inmensa de arte jondo, que se contagió a todos, artistas y público, un público ejemplar que supo entender lo que estaba viendo y que correspondió con ovaciones transidas de ternura. Y de admiración, por supuesto. Noche para recordarla. Tuvo duende.

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