Tribuna:

Una obra de fama universal

Se exagera notablemente cuando se habla y escribe sobre Joaquín Rodrigo a partir del Concierto de Aranjuez. Cierto que este título le valdría fama universal y que a partir de él compositores de todos los países se lanzaron a crear conciertos o piezas concertantes para guitarra y orquesta que nunca pudieron oscurecer el modelo. Pero de Rodrigo se sabía antes, y no poco. Arbós, con la Sinfónica, había programado sus Piezas infantiles, sobre las que Adolfo Salazar emitió mucho antes en El Sol palabras de elogio y de sorpresa.Sonaba la Zarabanda lejana, inicialmente para guita...

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Se exagera notablemente cuando se habla y escribe sobre Joaquín Rodrigo a partir del Concierto de Aranjuez. Cierto que este título le valdría fama universal y que a partir de él compositores de todos los países se lanzaron a crear conciertos o piezas concertantes para guitarra y orquesta que nunca pudieron oscurecer el modelo. Pero de Rodrigo se sabía antes, y no poco. Arbós, con la Sinfónica, había programado sus Piezas infantiles, sobre las que Adolfo Salazar emitió mucho antes en El Sol palabras de elogio y de sorpresa.Sonaba la Zarabanda lejana, inicialmente para guitarra y orquesta, después Las Berceuses y El preludio al gallo mañanero, para piano, al que Le Monde Musical de París cubrió de alabanzas, y descubría, en grado sumo, la personalidad distinta, moderna, y entonces arriesgada, del músico saguntino al que Valencia premió en 1934 por su poema El lirio azul. También se había revelado el gran lírico en las canciones para voz y piano sobre Gil Vicente, Santillana, Lópe o Fray Luis.

Por si era poco, Paul Dukas, el maestro de Falla, cuando Rodrigo llega a su aula parisiense en 1927, se refiere al raro talento del entonces joven músico., No es de extrañar, pues, que don Manuel incluyera el nombre de Rodrigo en sus conciertos de Buenos Aires, ni que se dirigiera a Gilbert Chasse, que escribía un libro sobre música española, para hacerle notar el poco espacio que se dedicaba a Rodrigo. Así pues, cuando el compositor inicia en París, en el año 1938, su Concierto de Aranjuez, tenía bastante definida su personalidad, que acentuaría, eso sí, en su vía neocasticista, según denominación del mismo Rodrigo, defendida -y no era mala defensa- desde el nuevo concierto- dedicado a Regino Sainz de la Maza, un guitarrista intelectual muy ligado a los poetas de la generación del 27.

El estreno absoluto de Aranjuez tuvo lugar en Barcelona,con Regino a la guitarra, la Orquesta Filarmónica y el director César Mendoza Lasalle, el 9 de noviembre de 1940. Después se dio en Bilbao por la recién nacida Orquesta Municipal, dirigida por Arambarri, y el mismo maestro lo presentó en Madrid el 11 de diciembre en el Teatro Español con uno de los grupos de la naciente Orquesta Nacional.

Conservo muy vivas las impresiones de aquel día. Hubo cierta extrañeza en un público, que, en parte, consideraba a Rodrigo demasiado moderno y hasta, se había permitido, por esa condición, protestar alguna de sus obras en el Monumental. Al mismo tiempo, todos percibimos con claridad que estábamos ante un capítulo especialmente particularizado de nuestra música posterior a Falla. Sonaron los aires castizos, que no folcloristas, de los movimientos extremos y el lirismo del segundo tiempo evidenció una fuerza comunicativa, un poder afectivo, que desembocaría en las mil versiones y adaptaciones.

Posteriormente, la historia del Concierto se convierte en impulso, por una parte, y en árbol que no deja ver el bosque, por otra, de la larga producción rodriguera. En el mundo se habla del caso Rodrigo, pues el Concierto era la obra más tocada de todo el repertorio clásico. Enloqueció a los parisienses y a los neoyorquinos, a los japoneses y a los turcos, a los británicos y a los surafricanos, e hizo de la figura del maestro que ahora cumple 90 años el nombre musical español más universal de nuestra época. Después de, medio siglo, el Concierto de Aranjuez se mantiene fresco y distinto como expresión individualizada de la agudeza del ingenio.

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