Crítica:CLÁSICA

Perfecta monotonía

Vivimos todavia el año Mozart y son frecuentes manifestaciones de tan alto interés como la del sábado en el Auditorio. Ninguna novedad en la programación, pero sí en los intérpretes gracias a la conjunción de una orquesta de tan alta categoría como la Staatskapelle, de Dresde, y un director tan prestigioso como Colin Davis (Weybridge, Surrey, 1927).Sonidos esplendorosos, coexión máxima, continuidad discursiva bien puntuada y acentuada dentro del criterio extremadamente severo impuesto por el director, decidieron las versiones de la Clemencia de Tito y las sinfonías, en re mayor, Praga,...

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Vivimos todavia el año Mozart y son frecuentes manifestaciones de tan alto interés como la del sábado en el Auditorio. Ninguna novedad en la programación, pero sí en los intérpretes gracias a la conjunción de una orquesta de tan alta categoría como la Staatskapelle, de Dresde, y un director tan prestigioso como Colin Davis (Weybridge, Surrey, 1927).Sonidos esplendorosos, coexión máxima, continuidad discursiva bien puntuada y acentuada dentro del criterio extremadamente severo impuesto por el director, decidieron las versiones de la Clemencia de Tito y las sinfonías, en re mayor, Praga, y en do mayor, Júpiter. Ya es sabido que la interpretación de Mozart plantea dificultades nada desdeñables. La de Davis se sitúa en el polo opuesto de lo que hoy hacen los especialistas en barroco y clasicismo, pero no por ello deia de ser válida en principio. Quizá sólo en principio, pues, luego, una y otra obra discurrieron en medio de una perfecta monotonía.

Ciclo Orquestas del Mundo

Staatskapelle de Dresde. Director: C. Davis. Obras de Mozart. Auditorio Nacional, Madrid. Día 16 de noviembre.

El atractivo estaba mucho más en la calidad de la orquesta, en su poderío técnico, en su natural flexibilidad, y no en la imaginación del maestro, que todo lo solucionó dentro de esquemas de asiado previsibles.

Hizo mucho más honor a lo riguroso que a lo estilístico, a la música que suena sobre firme sustentación que a lo que se eleva en curvas expresivas tan airosas como son siempre las de Mozart presididas por un impulsó cantable incluso cuando el salzburgués practica el contrapuntismo. Con todo, escribimos sobre un concierto que se alza notablemente muy, por encima de lo habitual.

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