Crítica:CINE /

Memoria del olvido

La noche más larga es una valerosa (hurgar sin careta protectora en las cloacas del fascismo todavía hoy requiere coraje moral) pero fallida película.Valerosa porque quienes la han realizado, escrito e interpretado han decidido representar una idea con riesgo: que la afirmación de Francisco Franco de que a su muerte todo quedaría en España atado y bien atado se muestra hoy como una afirmación certera; porque para hacer creíble un hecho de increíble crueldad han eliminado cualquier tentación ornamental y cualquier concesión a la galería; porque para afrontar algo tan difícil han elegido la ...

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La noche más larga es una valerosa (hurgar sin careta protectora en las cloacas del fascismo todavía hoy requiere coraje moral) pero fallida película.Valerosa porque quienes la han realizado, escrito e interpretado han decidido representar una idea con riesgo: que la afirmación de Francisco Franco de que a su muerte todo quedaría en España atado y bien atado se muestra hoy como una afirmación certera; porque para hacer creíble un hecho de increíble crueldad han eliminado cualquier tentación ornamental y cualquier concesión a la galería; porque para afrontar algo tan difícil han elegido la línea de mayor resistencia: la ficción como forma de penetrar en un suceso verídico cuyo horror supera toda ficción.

La noche más larga

Dirección: José Luis García Sánchez. Guión: Carmen Rico-Godoy, Manuel Gutiérrez Aragón y García Sánchez. Fotografía: J. Amorós. Montaje: Pablo del Amo. Música: Alejandro Massó. España, 1991. Intérpretes: Carmen Conesa, Juan Echanove, Juan Diego, Gabino Diego, Fernando Gullién Cuervo. Cines: Azul, Renoir, Excelsior, Ideal, Vaguada y Proyecciones.

Valerosa también porque sus creadores han comprimido un complicado conjunto de elementos trágicos, cómicos, dramáticos, poéticos, políticos y sociales en una sencillísima metáfora sobre el presente español: el encuentro (fortuito, pero finalmente no casual) entre un ex fiscal militar franquista y un ex abogado defensor antifranquista, que se enfrentaron en un proceso-asesinato de la última etapa de la dictadura y que ahora viajan amigablemente embarcados en un mismo tren. Un mismo tren. Es casi imposible decir más con menos.

Y valerosa finalmente porque en ella, desde la degradación de la memoria viva (un personaje dice al otro: "Yo también confundo las fechas") indaga en un oscuro rincón del olvido español: precisamente el rincón donde se origina esa aludida confusión cronológica: una fecha borrada, el mismísimo instante del olvido considerado como forma de muerte: un olvido por tanto suicida, pues sobre él sestea hoy la memoria (o la falta de ella) de la democracia española.

Esto y más quiere ser La noche más larga. Y logra serlo en escenas situadas a la altura de la metáfora envolvente: ese tren que, como un mazazo, radiografía lo que Unamuno llamó intrahistoria de una sociedad. Pero sólo logra serlo a ráfagas, no en esa totalidad introceable que es siempre un filme. De ahí que éste, como totalidad, como tal filme, sea fallido: no hay en él equilibrio (al contrario, hay un pronunciado desequilibrio) entre lo que busca y lo que encuentra; entre lo que enuncia y lo que representa.

Irrelevancias

A la altura de la metáfora medular del tren está cuanto rodea a la figura de Gabino Diego, una creación estremecedora. A su altura están también las escenas del proceso, que muestran con imágenes veraces, no distorsionadas que -cuando proclamó la condición negra de la tragedia española y llamó a esta tragedia esperpento- Valle-Inclán se quedó corto: pudo haber ido más lejos en esta su célebre mueca verbal de asco hacia la España envilecida y obscena: no le hacen falta a La noche más larga espejos distorsionantes para representar esa España: le basta el realismo inmediato, el simple documento.Hay más escenas de altura: las que rodean a la ejecución y algunos rasgos de ambiente en el Madrid del fin de la dictadura. Pero, junto a imágenes que llenan algunos entrelineados de la poderosa metáfora del tren, hay otras que le hacen preguntarse a uno qué hace tanta cáscara en una película que necesita ser toda ella pura médula. Por ejemplo: ¿qué importa si el abogado tiene o no sentimientos edípicos? ¿Qué pinta allí su madre? ¿Qué hace en la pantalla esa historieta de cuernos entre el abogado y la hermana del condenado? ¿Qué función tiene en una representación de la desmemoria el noticiario inicial, que a quienes no vivieron la época nada les dirá y que quienes la vivieron tomarán como una caricia y un guiño a esa desmemoria que el filme combate? Y más preguntas que convierten a un intento de hacer cine de riesgo en una obra desequilibrada y llena de irrelevancias. Frustradora en su conjunto, cuando en ocasiones roza la grandeza. Duele ver cómo un filme que -en nuestro cobarde cine- convoca al coraje se autodestruye por falta de rigor en su desarrollo.

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