Apoteósica fiesta sevillana en el festival de Montreux

A pesar de la tormenta que azotó el lago Leman durante toda la tarde y noche del sábado, en el casino de Montreux lucía un sol espléndido. Un caliente sol sevillano con reflejos de un Guadalquivir más onírico que real que presidió la quinta jornada del Festival de Jazz de Montreux, convertida en una Fiesta sevillana. Camarón y Tomatito, Manolo Sanlúcar, El Pele y Lole y Manuel pusieron en pie al público, que les premió con largas y entusiásticas ovaciones. Quincy Jones, padrino del certamen, enarbolaba una sonrisa de oreja a oreja. Tanto él como Claude Nobbs, el director, anunciaron oficialmen...

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A pesar de la tormenta que azotó el lago Leman durante toda la tarde y noche del sábado, en el casino de Montreux lucía un sol espléndido. Un caliente sol sevillano con reflejos de un Guadalquivir más onírico que real que presidió la quinta jornada del Festival de Jazz de Montreux, convertida en una Fiesta sevillana. Camarón y Tomatito, Manolo Sanlúcar, El Pele y Lole y Manuel pusieron en pie al público, que les premió con largas y entusiásticas ovaciones. Quincy Jones, padrino del certamen, enarbolaba una sonrisa de oreja a oreja. Tanto él como Claude Nobbs, el director, anunciaron oficialmente que el festival de Montreux tendría a partir de ahora una noche española estable.Abrió la gala El Pele, que cantó con una fuerza sorprendente, como para demostrar que no era un simple telonero. Lole y Manuel fueron los segundos en ocupar el escenario con ese flamenco suyo transparente y estilizado; la pareja sevillana entusiasmó a una audiencia sumamente predispuesta que consiguió que Manuel cantase con más gracia y entrega que voz y arrancó un bis de corte magrebí que, en aquel contexto, sorprendió a suizos e hispanos.

Manolo Sanlúcar ofreció una versión reducida de su Tauromagia. Poderío guitarrístico que encontró su continuidad en un Tomatito en vena de aciertos que llevó en volandas al maestro Camarón. Camarón cerró la fiesta sevillana por todo lo alto, sus cantes volvieron a convertirse en un puro estremecimiento. Camarón, que había salido a por todas, bordó una de esas noches gloriosas que sólo pueden brotar de su garganta.

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