Crítica:CINE /

Autoindulgencia

Nunca estás en casa es, como producción dentro del cine español actual, un caso raro y ejemplar en cuanto iniciativa, porque ejemplar es su simple existencia, ya que rompe con la excesiva inclinación hacia las facilidades, adquirida por muchos productores de cine español a la hora de correr riesgos (en realidad a la hora de no correr ninguno) cuando se proponen realizar una película.Nunca estás en casa es de esas películas que corren todos los riesgos imaginables: unas gentes se juntaron y reunieron o pidieron prestado dinero (poco, pero luego bien empleado, pues la película pare...

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Nunca estás en casa es, como producción dentro del cine español actual, un caso raro y ejemplar en cuanto iniciativa, porque ejemplar es su simple existencia, ya que rompe con la excesiva inclinación hacia las facilidades, adquirida por muchos productores de cine español a la hora de correr riesgos (en realidad a la hora de no correr ninguno) cuando se proponen realizar una película.Nunca estás en casa es de esas películas que corren todos los riesgos imaginables: unas gentes se juntaron y reunieron o pidieron prestado dinero (poco, pero luego bien empleado, pues la película parece hecha con un presupuesto bastante mayor del que en realidad tiene detrás) y la hicieron, porque creían en ella y deseaban hacerla.

Nunca estás en casa

Dirección, guión y producción: Juan Carlos Bonete. Fotografía: Teo López. Banda sonora: Josep Bordas. España, 1990. Intérpretes: Mercé Pons, Óscar Mas, Nadala Batiste. Estreno en Madrid: cines Renoir.

A veces, este tipo de películas se realiza y luego desaparecen, se las traga durante años alguna estantería de alguna empresa distribuidora, hasta que con suerte caen en algún programa cinematográfico de relleno en alguna cadena de la televisión: se les califica entonces de malditas, y no es desacertada del todo la expresión, por dura que parezca. Pero no es el caso de Nunca estás en casa. Una iniciativa tan arriesgada y tan frágil como ésta se merece lo que ahora tiene el derecho a un lugar en las pantallas grandes. Y en ellas está.

Descuidos

La película tiene destellos de buen oficio e intuiciones de imágenes y de ritmo que dejan ver en su productor, director y guionista, Juan Carlos Bonete, un hombre de cine todavía inexperto, pero con cosas que decir y, sobre todo, con muchas ganas de decirlas. No obstante, si la producción de esta película es, como tal, ejemplar, en cambio su dirección es de corto alcance y está compuesta sobre un guión escrito sin autoexigencia y sin picardía en su planteamiento y su desarrollo, que son candorosos, sobre todo en lo que concierne a la historia narrada (excesivamente lineal, además de apoyada en un estiramiento excesivo de una idea en sí misma bonita, pero que no da de sí lo suficiente para llenar la hora y algunos minutos del metraje) y a los diálogos, que son muy toscos, están nada más que hilvanados y resultan muy endebles, lo que hace a los personajes poco creíbles, lo que es grave en una película que pretende ser una ficción directa y casi documental, lo que requiere mucha credibilidad en los tipos, sus conversaciones y sus comportamientos.No se entiende bien por qué, Juan Carlos Bonete, productor ejemplar por arriesgado y autoexigente, ha sido en cambio tan poco ejemplar, por indulgente consigo mismo, a la hora de considerar como acabadas una historia, una escritura, unos personajes, unas situaciones y unas imágenes, que sólo están a medio hacer y que care cen de verdadero acabamiento: son simples esbozos, que rompen con su descuido el cuidado que lleva dentro esta aventura cinematográfica, que merecía mejor resultado que éste al que sus creadores le han forzado, probablemente por no medir con esmero cada palabra y cada imagen.

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