Editorial:

Envío de tropas

LA DECISIÓN del Gobierno español, coordinada con la operación puesta en marcha por los países vencedores de la guerra del Golfo, de enviar un contingente militar en ayuda de los refugiados kurdos perseguidos por Sadam Husein obedece a criterios humanitarios, y ésa es su principal diferencia con otras iniciativas anteriores relacionadas con dicho conflicto. De ahí el amplio consenso suscitado por la opción, incluso entre quienes antes se opusieron a cualquier intervención militar.En este caso, la actuación del Gobierno y el sentimiento popular parecen haber coincidido en el objetivo urgente de ...

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LA DECISIÓN del Gobierno español, coordinada con la operación puesta en marcha por los países vencedores de la guerra del Golfo, de enviar un contingente militar en ayuda de los refugiados kurdos perseguidos por Sadam Husein obedece a criterios humanitarios, y ésa es su principal diferencia con otras iniciativas anteriores relacionadas con dicho conflicto. De ahí el amplio consenso suscitado por la opción, incluso entre quienes antes se opusieron a cualquier intervención militar.En este caso, la actuación del Gobierno y el sentimiento popular parecen haber coincidido en el objetivo urgente de salvar al pueblo kurdo de la aniquilación: la dimensión humanitaria se sobrepone en este caso a cualquier sospecha de segunda intención o intereses en juego. La ayuda del pueblo español, sensibilizado por las dramáticas imágenes ofrecidas por la televisión, muestra que al menos su actitud sí responde a una percepción de la situación extrema a la que ha sido abocado el pueblo kurdo.

Sin duda, la operación puesta en marcha por Estados Unidos y los países europeos socios de la Unión Europea Occidental (UEO), entre los que se encuentra España, plantea graves interrogantes más allá de su tácita o expresa finalidad humanitaria. Por ejemplo, respecto al papel de la ONU en el nuevo orden internacional consagrado por el fin de la guerra del Golfo, o sobre la consideración de principios como el de no injerencia en asuntos internos.

Pero cualquiera que sea la respuesta que el futuro depare a estas cuestiones, la suerte del pueblo kurdo no admite demora. El irredentismo del Kurdistán es un problema histórico cuya solución atañe fundamentalmente al pueblo kurdo y a los países limítrofes. Y si la situación de muerte, hambre y enfermedad que se abate ahora sobre la población kurda de Irak es imputable de manera directa a la crueldad del régimen de Sadam Husein, no puede desconocerse que también es una derivación indirecta de los efectos asociados a la intervención aliada contra él. De ahí que cuantos participaron en el conflicto bélico tengan un ineludible compromiso moral en la búsqueda de alivio a las desgracias que se abaten hoy sobre esos dos millones de kurdos errantes o refugiados en su propia patria.

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