"Llame a Capitanía, todo el poder está allí"

Las autoridades civiles y la policía no detectaron los preparativos del golpe en el único lugar donde triunfó plenamente: Valencia, donde se desarrolló en los días previos una intensa actividad. Al capitán general, Jaime Milans del Bosch, le quedaban menos de cuatro meses para la jubilación, técnicamente denominada paso a la situación B. Milans del Bosch asumió todo el poder durante nueve horas del 23 de febrero y la madrugada siguiente.El fin de semana anterior al golpe, los soldados se habían quedado sin permiso en el Regimiento Vizcaya 21, con sede en Bétera, a 14 kilómetros de Valencia. Lo...

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Las autoridades civiles y la policía no detectaron los preparativos del golpe en el único lugar donde triunfó plenamente: Valencia, donde se desarrolló en los días previos una intensa actividad. Al capitán general, Jaime Milans del Bosch, le quedaban menos de cuatro meses para la jubilación, técnicamente denominada paso a la situación B. Milans del Bosch asumió todo el poder durante nueve horas del 23 de febrero y la madrugada siguiente.El fin de semana anterior al golpe, los soldados se habían quedado sin permiso en el Regimiento Vizcaya 21, con sede en Bétera, a 14 kilómetros de Valencia. Los 40 tanques de este regimiento fueron los que ocuparon Valencia la noche del golpe. Semanas antes, la sala especial de operaciones de la Capitanía General -donde se preparan maniobras- era utilizada por la Sección de Información, que desplazaba, por tanto, a la Sección de Operaciones. Miembros de la Sección de Información fueron los que ocuparon periódicos y emisoras. Las reuniones y llamadas de Milans con otros golpistas se sucedían desde hacía semanas. Pero sólo Milans, su ayudante de campo, Pedro Mas Oliver, y su segundo jefe de Estado Mayor, Diego Ibáñez Inglés, el organizador del golpe, fueron condenados.

Los 40 tanques, la mayor parte del modelo M-47, ocuparon la ciudad de Valencia a partir de las 10 de la noche del 23-F. Al mando estaba el general León Pizarro. También dos tanquetas controlaron los accesos a la ciudad industrial de Alcoy, en la provincia de Alicante. En otras ciudades, únicamente se reforzó la seguridad de edificios castrenses con Policía Militar.

El toque de queda había comenzado a las nueve de la noche en teoría. Con las emisoras radiando periódicamente el bando militar que anunciaba el toque de queda, prohibía la actividad de los partidos, militarizaba los servicios públicos y autorizaba a las tropas a disparar sin previo aviso en caso de agresión, Valencia vivió en la tarde del 23-F el atasco más impresionante de su proverbial historia de colapsos de tráfico. Nadie tocó el claxon, pero las calles fueron quedando desiertas a medida que el ruido de cadenas iba haciéndose perceptible.

Poco después de las diez de la noche, uno de los tanques se situó ante el Gobierno Civil y giró la torreta de su cañón hacia el edificio. En su interior, el gobernador civil, José Maria Fernández del Río; el jefe superior de Policía, Rafael Del Río, y los mandos locales de la Policía Nacional y de la Guardia Civil, contemporizaban con el gobernador militar, general Luis Caruana, enviado allí por Milans Del Boch para neutralizar cualquier oposición a su bando militar. En la sala contigua al despacho del gobernador, dos militares que habían llegado con el general Caruana atendían las llamadas telefónicas indicando invariablemente: "Llame a Capitanía, todo el poder está allí".

Otra vez Armada

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Para hacerle ver la trascendencia y características del golpe, Milans indicó al gobernador civil de Valencia que el general Armada iba a hacerse cargo de la situación en el Congreso. José María Fernández Del Río consideró que este dato era sumamente valioso, e inmediatamente pensó en transmitirlo a Francisco Laína, que dirigía el Gobierno de subsecretarios en Madrid. El problema era la presencia del general Caruana. Así que echó mano a la astucia y propuso una cena fría que podrían traerle desde su casa. Cuando su mujer, Maribel, le puso delante las anchoas que quedaban, y mientras el coronel de la Guardia Civil Juan Jemar bromebaba: "Si nos van a fusilar, que no nos coja con el estómago vacío", José María Fernández depositó discretamente una nota en la bandeja (le su esposa, que ella transmitió.Milans no consiguió el apoyo total del Ejército de Tierra enclavado en su jurisdicción. Tampoco la flota de Cartagena le secundó. Las bases aéreas de Alcantarilla (Murcia) y Los Llanos (Albacete) permanecieron en situación de práctica normalidad. En la base valenciana de Manises, la más próxima al foco de la rebelión, se recibieron órdenes del Estado Mayor del Aire: los 24 Mirage 3 estuvieron preparados, por si debían intervenir contra el golpe.

El general Caruana recibió órdenes del jefe del Estado Mayor del Ejército, general Gabeiras, para detener a Milans. Caruana salió del Gobierno Civil desencajado y volvió desencajado. "Milaris me ha puesto una pistola en el pecho y me ha dicho que volviera, que mi puesto está aquí". El encuentro entre ambos no fue tan breve como lo narró este último, según se desprende del testimonio del general Hermosilla, jefe de zona de la Guardia Civil. Este último, al que Caruana había pedido que le acompañara, optó por quedarse en la sala del ayudante de Milans, "al no haber sido invitado a penetrar en el despacho del capitán general". Caruana tardaba en salir, así que Hermosilla decidió dar las buenas noches y marcharse a su puesto de mando, " al ver que mi papel era allí desairado"..

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