Jacques Derrida organiza en el Louvre una exposición sobre el dibujo y la ceguera

Greenaway y Starobinski, invitados a idear las próximas muestras

La exposición Memorias de ciego, el autorretrato y las ruinas, de la que es comisario el profesor y filósofo francés Jacques Derrida, se presenta en el Museo del Louvre, de París, hasta el 21 de enero de 1991. A través de 44 obras, en su mayor parte dibujos pertenecientes a las colecciones del museo, Derrida ilustra el tema por él elegido, El dibujo es ciego. El origen de esta muestra fue el deseo del departamento de artes gráficas del Louvre de diversificar las exposiciones, invitando a convertirse en comisarios a personalidades ajenas al mundo de los historiadores del arte. Seguirán a Derrid...

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La exposición Memorias de ciego, el autorretrato y las ruinas, de la que es comisario el profesor y filósofo francés Jacques Derrida, se presenta en el Museo del Louvre, de París, hasta el 21 de enero de 1991. A través de 44 obras, en su mayor parte dibujos pertenecientes a las colecciones del museo, Derrida ilustra el tema por él elegido, El dibujo es ciego. El origen de esta muestra fue el deseo del departamento de artes gráficas del Louvre de diversificar las exposiciones, invitando a convertirse en comisarios a personalidades ajenas al mundo de los historiadores del arte. Seguirán a Derrida el cineasta Peter Greenaway y el crítico Jean Starobinski.

Derrida es autor de numerosos escritos que tratan sobre el lenguaje y la escritura. Con la ayuda de los conservadores del museo eligió las obras basándose en el criterio de necesidad temática calidad de las mismas y compatibilidad con las otras obras del museo.Según explicó en la conferencia de prensa que siguió a la inaguración de la muestra, Derrida eligió este tema por varias razones, todas ellas autobiográficas: una parálisis facial pasajera que le impidió durante cierto tiempo guiñar un ojo; el deseo de presentarse como un ciego que no sabe ni ver un dibujo ni dibujar, frente a un hermano que lo hacía muy bien; un sueño protagonizado por ciegos, y una antigua preocupación por la metáfora du regard (de la mirada).

La figura del ciego, tan abundante en la mitología y la literatura, abre la exposición. Ese ciego que, en realidad, ve con las manos, de la misma forma que son éstas, las manos, las que guían el lápiz que trazará el dibujo ciego del dibujante, pues, siempre según el filósofo, "el dibujo es un fenómeno de ceguera, porque en el momento de dibujar el dibujante no ve lo que está haciendo". Ilustra esta primera parte la obra de Coypel, Rembrandt o David.

Retrato y ruina

La idea motriz de la muestra tendrá a partir de aquí un desarrollo más complicado a través del retrato y, sobre todo, del autorretrato, que Derrida asocia con la ruina, planteándose la cuestión de si el mismo, el autorretrato, no es más que "la unión imposible, el principio de ruina de dos pulsiones, ver-se-ser-visto-sin-ser-visto". Al servicio de esta lucubración derridiana, los magníficos autorretratos de Fantin-Latour, Chardin y Courbet.

Partiendo de la mirada como sujeto, Derrida declina todas sus posibilidades: negarla, cerrando los ojos para no ver (Ojos cerrados, de Odilon Redon) o, por el contrario, para ver mejor, como Temócrito, que se los arrancó para no dejarse distraer por la realidad exterior; corregida por los anteojos -la elección de los autorretratos de Chardin con ellos es significativa-, o cegada por las lágrimas (El llorar, de Le Brun, un estudio de la expresión de un rostro llorando).

Naturalmente, el dibujo ha tratado también las conmociones que pueden afectar la mirada: la, pérdida de la visión por castigo o sacrificio (Polifemo, de Aníbal Carrachi) o la ceguera que hace ver, que ilumina (dos versiones de la Iluminación de san Pablo, obras de Orsi y de La Hore), además de la ceguera absoluta, la que supone la muerte, que es la no existencia de la mirada, la imposibilidad de ver y de verse, que es el destino final de toda mirada.

Sin duda, la exposición del tema elegido -por otra parte paradójico- era un desafío difícil, si no imposible. Quizá sea ésta la razón por la cual la muestra va acompañada de textos necesarios para hacer inteligible el recorrido propuesto por su comisario, cuya oscuridad por momentos, se opone a la claridad de los dibujos Si aceptamos que los mismos, los dibujos, son ciegos -aunque convendría matizar la afirmación del filósofo-, el discurso que les acompaña es, en ocasiones, cegador. Esperemos que, como en el caso de san Pablo, sea un fenómeno pasajero para provocar también en el espectador la debida iluminación.

[Jacques Derrida, de 60 años, ha sido director de estudios de la Escuela de Altos Estudios en ciencias sociales y director del colegio internacional de filosofía Igualmente profesor en I'Ecole Normale Superior, participó en el Grupo de Investigación para la enseñanza de la filosofía, y fue uno de los animadores de los Estados Generales de la Filosofía reunidos en la Sorbona en 1979 Entre sus obras figuran La escritura y la diferencia (1967); La diseminación, posiciones, márgenes (1972); Glas (1974); La verdad en la pintura (1979); La tarjeta postal (1980) y La filosofía como institución (1984).]

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