FESTIVAL DE SANTANDER

Cristina Hoyos presenta sus 'Sueños flamencos'

Sueños flamencos, primer espectáculo de Cristina Hoyos con su compañía sevillana, pretende juntar el flamenco con el espectáculo teatral, lo antiguo con la depuración académica.La hondura y la concesión con intención estética, pero sin salir de la sobriedad y los pocos medios, y todo ello lo consigue en una gran medida. Así pareció en su exitosa presentación el viernes en el Festival Internacional de Santander, con la Porticada llena.

Durante la hora y 40 minutos sin interrupción se vieron siete bailes flamencos, sin argumento adicional ni más efectos que los cambio...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Sueños flamencos, primer espectáculo de Cristina Hoyos con su compañía sevillana, pretende juntar el flamenco con el espectáculo teatral, lo antiguo con la depuración académica.La hondura y la concesión con intención estética, pero sin salir de la sobriedad y los pocos medios, y todo ello lo consigue en una gran medida. Así pareció en su exitosa presentación el viernes en el Festival Internacional de Santander, con la Porticada llena.

Durante la hora y 40 minutos sin interrupción se vieron siete bailes flamencos, sin argumento adicional ni más efectos que los cambios de luz. Aun así, la tensión escénica se mantuvo, y el ritmo del espectáculo funcionó bien. Detrás de esto puede apreciarse, además de una compañía capaz, el cuidadoso trabajo de un equipo que no hace ostentación. La coreografía, de Hoyos y Manolo Marín, en la misma medida de discreción, sin impedir que a menudo saliera ese misterioso duende del flamenco.

Comenzó la Hoyos en bata de cola con Seguiriya. Siguió el baile masculino, técnico, de La Farruca, y luego un cuadro coreográfico muy plástico, donde tres bailarinas representaban un ensueño ante la figura masculina, con baile y líneas suaves y armónicas.

Detrás de estas banderas llevó la tensión dramática: Tangos, con zapateado y palmas como única música, sonaba a rebeldía.

Con el Taranto llegó la hora del sentimiento. Cristina Hoyos, que mantiene el papel de única figura de la compañía, estableció la comunicación con ella misma y con las gradas. Desde el encogimiento agrio a la expresión de factura moderna, la bailaora usó esa libertad que da la experiencia, para cargar pilas o desbordar su hondura.

Con el público ya muy cercano continuó con Soleá por bulerías, después de haberse relajado las tensiones al compás de unas Alegrías, bailadas muy uniformemente por la compañía, que lució en todo momento un vestuario atractivo y acorde con el estilo del espectáculo.

Como final, la fiesta por Bulerías, el jaleo y la alegría consabida, como es obligado para encender los ánimos.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En