Bailó la esfinge
La sevillana Ana María Bueno vino a Madrid y triunfó con un baile bien hecho, aunque frío, distante, mecánico, sin emoción. Ni una sonrisa, ni un rictus, nada pudo alterar su rostro de porcelana, gélido como una máscara. Hizo un repertorio extenso y no convencional: siguiriyas (con palillos), taranto, la caña y soleares, alegrías, bulerías.En todo puso pulcritud, conocimiento y preparación sin duda alguna académicos. Cuidó al máximo la estética, desde el elegante vestuario hasta su juego de manos y brazos, con el que logró pasajes de enorme belleza, especialmente en las alegrías.
El pro...
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La sevillana Ana María Bueno vino a Madrid y triunfó con un baile bien hecho, aunque frío, distante, mecánico, sin emoción. Ni una sonrisa, ni un rictus, nada pudo alterar su rostro de porcelana, gélido como una máscara. Hizo un repertorio extenso y no convencional: siguiriyas (con palillos), taranto, la caña y soleares, alegrías, bulerías.En todo puso pulcritud, conocimiento y preparación sin duda alguna académicos. Cuidó al máximo la estética, desde el elegante vestuario hasta su juego de manos y brazos, con el que logró pasajes de enorme belleza, especialmente en las alegrías.
El problema está en su hieratismo sin drama, en su distanciamiento no sólo del público, sino del propio baile que ejecuta. Se entrega al juego de pies, a los ejercicios de punta y tacón, con la aplicación de la alumna que ha aprendido muy bien la lección y la suelta de manera impecable, pero de carrerilla, como un papagayo. Ni ella se emociona, ni emociona a la audiencia. Formalmente irreprochable, quizá, pero una auténtica esfinge. Y eso pese a que atrás tuviera un grupo que le echó entusiasmo y calor.
Veranos de la Villa
Baile: Ana María Bueno, con Jarillo de Triana y Francisco Manzanos (cante) y J. M. López y Elías Chincoa (toque).Chopera del Retiro. Madrid, 11 de agosto.