Crítica:FLAMENCO

La bulería sinfónica

Las bulerías con que terminó este memorable concierto tuvieron una complejidad inédita, sonaban a música sinfónica, eran música sinfónica y seguían siendo bulerías.Gerardo Núñez lo está logrando. Algo a primera vista simple, pero de una dificultad tal que hasta ahora nadie ha dado con la fórmula idónea. Porque no se trata, claro, de acumular o super poner músicas de distinta naturaleza, que es en lo que se están quedando los apóstoles de la fusión. El problema es mucho más complicado. Hay que crear un lenguaje musical nuevo, integrador de corrientes musicales que impregnan la sociedad que nos ...

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Las bulerías con que terminó este memorable concierto tuvieron una complejidad inédita, sonaban a música sinfónica, eran música sinfónica y seguían siendo bulerías.Gerardo Núñez lo está logrando. Algo a primera vista simple, pero de una dificultad tal que hasta ahora nadie ha dado con la fórmula idónea. Porque no se trata, claro, de acumular o super poner músicas de distinta naturaleza, que es en lo que se están quedando los apóstoles de la fusión. El problema es mucho más complicado. Hay que crear un lenguaje musical nuevo, integrador de corrientes musicales que impregnan la sociedad que nos ha tocado vivir y que urgen constantemente su parcela de presencia e influencia en el universo sonoro más rico y múltiple de la historia.

Gerardo Núñez

Flamencos en Nueva York. Madrid, Conde Duque, 8 de agosto.

El flamenco, que tan atractivo está resultando para muchos músicos extranjeros, padece esta invasión de músicas foráneas más que ningún otro género, tal vez. Y por ello corre quizá el mayor riesgo de ser fagocitado de manera inmisericorde. Gerardo Núñez es uno de los músicos flamencos -pocos, no nos hagamos ilusiones- que nos demuestra que el sonido flamenco tiene entidad suficiente para hacer sobre él música espléndida, grandiosa, de belleza deslumbrante, sin dejar de ser flamenco, sin que sea otra cosa. Rodeado de excelentes instrumentistas y cantaores -magníficos Pardo y Ontiveros en flautas y saxo, y Guadiana y Rocío Jiménez en el cante-, nos hizo el regalo de una música grande y hermosa como pocas, flamenca, jonda y con aliento y jerarquía de sinfónica.

Un regalo añadido fue el baile de Carmen Cortés, dramático, austero, sobrecogedor, de admirable perfección.

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