Crítica:

Cierre de lujo

Gerardo Núñez y Miles Davis

Velódromo de Anoeta. San Sebastián. 25 de julio.

Una gran tormenta descargó sobre San Sebastián en las horas previas al concierto de clausura de su festival de jazz, y como por simpatía, poco después también en el escenario de Anoeta se liberaron tensiones interdisciplinares gracias a la madurez y claridad de ideas de Miles Davis, quien se presentó más ligero de equipaje instrumental que en otras ocasiones, pero cargado de ideas y de sonidos llenos de emoción. Hizo música de consumo, sí, pero de consumo de lujo.Radiante, vestido con pantalones d...

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Gerardo Núñez y Miles Davis

Velódromo de Anoeta. San Sebastián. 25 de julio.

Una gran tormenta descargó sobre San Sebastián en las horas previas al concierto de clausura de su festival de jazz, y como por simpatía, poco después también en el escenario de Anoeta se liberaron tensiones interdisciplinares gracias a la madurez y claridad de ideas de Miles Davis, quien se presentó más ligero de equipaje instrumental que en otras ocasiones, pero cargado de ideas y de sonidos llenos de emoción. Hizo música de consumo, sí, pero de consumo de lujo.Radiante, vestido con pantalones de cuero rojo y chaqueta multicolor sobre su tradicional camiseta negra de levantador de pesas, Miles llegó al corazón tanto de los recalcitrantes aficionados al jazz como al de los pertinaces buscadores de nuevas músicas. ¿El secreto?: sólo él lo conoce.

No es que nos bajara la Luna, sino que tocó mucho y bien, con especial atención y cariño en los momentos más íntimos, en los que logró conmover hasta con sus silencios, y es que sus silencios son tan significativos como las propias notas.

Parte del mérito también le correspondió a Kenny Garrett, saxofonista muy dotado técnicamente y con fino instinto para alcanzar clímax a partir de estructuras sencillas. Como curiosidad, tocó un saxofón alto recto, rareza que apenas difiere en cuanto a sonido del curvo. Igualmente destacó Kei Akagi, un empollón de los teclados. Se los conoce todos, pero tuvo la gentileza de ponerles sonido de plano acústico cuando le llegó el momento de hacer un enjundioso solo.

Uno de los pocos errores que ha cometido Miles en los últimos años ha sido dejar escapar a su antiguo batería, Al Foster, por que el que tiene ahora, Ricky Wellman, es machaconamente vulgar acompañando, y en el largo solo que le dejaron hacer demostró tener influencias tan poco aconsejables como las de Billy Cobham y la cadena de montaje de la General Motors juntas.

Davis ha visitado muchas veces España, pero en pocas oportunidades se le ha visto con tantas ganas de agradar y tan comunicativo. Además, Miles sigue siendo diferente en todo. Las grandes estrellas acostumbran a salir en la segunda o tercera canción. Él no. Salió el primero, pero luego se marchó también el primero y dejó a la banda sola para que se notara bien su ausencia. Y se notó.

Abrió el concierto el grupo del guitarrista Gerardo Núñez, al que se unió el saxofonista Jorge Pardo, que cosechó un gran éxito con su variada oferta de cantes, bailes y toques flamencos.

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