Editorial:

Futuro incierto

LAS DIFICULTADES sobrevenidas en la venta de Enasa, sociedad española que fabrica los camiones Pegaso, ha puesto al descubierto dos importantes condicionamientos de la economía española. Por una parte, el carácter subsidiario que el Gobierno da a la política industríal, y por otra, la excesiva dependencia de los intereses de las grandes potencias, en esta ocasión la República Federal de Alemania.Este tercer intento de venta de Enasa -anteriormente se habían llegado a realizar preacuerdos, aunque sin el visto bueno del Consejo de Ministros, con las empresas estadounidenses International Harvest...

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LAS DIFICULTADES sobrevenidas en la venta de Enasa, sociedad española que fabrica los camiones Pegaso, ha puesto al descubierto dos importantes condicionamientos de la economía española. Por una parte, el carácter subsidiario que el Gobierno da a la política industríal, y por otra, la excesiva dependencia de los intereses de las grandes potencias, en esta ocasión la República Federal de Alemania.Este tercer intento de venta de Enasa -anteriormente se habían llegado a realizar preacuerdos, aunque sin el visto bueno del Consejo de Ministros, con las empresas estadounidenses International Harvester y General Motors- ha sido, como entonces, una decisión de política industrial obligada. La empresa española carece de tecnología, por lo, que su viabilidad es dudosa si no consigue asociarse con alguno de los grandes grupos industriales europeos. Los responsables del Ministerio de Industria calibraron a lo largo del pasado año las ofertas que se presentaron, y que, básicamente, quedaron reducidas a cuatro: la sueca Volvo, la danesa DAF, el consorcio formado por los grupos alemanes occidentales MAN y Daimler-Beríz y la italiana Fiat, a través de su filial Iveco. La mejor oferta, desde un punto de vista estrictamente industrial, era la de la multinacional sueca.

Sin embargo, esta inicial ventaja provocó una fuerte reacción de las empresas alemanas, que no dudaron en acudir a su Gobierno para que movilizara todas sus fuerzas disponibles hasta conseguir que las factorías de Pegaso fueran adjudicadas a ellas, alegando que Suecia no es un país comunitario. Los responsables españoles de Industria adoptaron todo tipo de cautelas para evitar cualquier marcha atrás en la venta. Entre las previsiones se contempló la posibilidad de que se incurriera en situaciones de abuso de posición dominante, como luego ocurrió.

El proceso de unificación alemana exigía nuevas responsabilidades para las empresas de la RFA; el mercado de camiones en Europa se redujo, y la declisión del Bunderkasterllamt (Oficina Antimonopolios) de Berlín, respaldada por la CE, y por la que se impedía la operación al considerar que se creaba una situación monopolística por concurrir dos importantes fabricantes -MAN y Dainiler- en la compra de Enasa, modificaron notablemente el panorama político e industrial. La decisión de la Oficina Antimonopolios alemana, adoptada el pasado lunes, era una sentencia anunciada desde hacía varias semanas. Conviene precisar que dicha resolución favorece los nuevos proyectos de MAN en su nueva estrategia de expansión hacia el Este, y más concretamente hacia la RDA.

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Lo razonable en esta situación es exigir al Gobierno de Bonn la solución a un problema que no le es ajeno. Existen múltiples fórmulas para solventar el conflicto, como la adjudicación a una sola empresa (Daimler parece la más apropiada). Ampararse en la defensa de la libre competencia y la lucha contra las situaciones de monopolio y abuso de posición dominante -situación prevista en la negociación- para incumplir los compromisos adquiridos previamente no es muy de recibo.

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