Tribuna:

El 'topo'

Ahora resulta que en España estamos comiditos de espías. Con eso del derrumbe del telón de acero, en el resto del mundo el espionaje se está convirtiendo en un oficio tan anticuado como el de carpintero de patíbulos. Pero nosotros, que hemos cultivado desde siempre una extraña afición a vivir la historia a contrapelo y a destiempo, mantenernos a nuestros espías la mar de saludables y ocupados. ¡Pero si incluso tenemos un topo en el Ministerio de Asuntos Exteriores! Habla Ordóñez con los polisarios y, zas, al día siguiente el rey Hassan conoce hasta la talla de calzoncillos que usaban lo...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Ahora resulta que en España estamos comiditos de espías. Con eso del derrumbe del telón de acero, en el resto del mundo el espionaje se está convirtiendo en un oficio tan anticuado como el de carpintero de patíbulos. Pero nosotros, que hemos cultivado desde siempre una extraña afición a vivir la historia a contrapelo y a destiempo, mantenernos a nuestros espías la mar de saludables y ocupados. ¡Pero si incluso tenemos un topo en el Ministerio de Asuntos Exteriores! Habla Ordóñez con los polisarios y, zas, al día siguiente el rey Hassan conoce hasta la talla de calzoncillos que usaban los saharauis en el encuentro. Es un topo laborioso y formidable.Esto, el chivateo de los secretos diplomáticos, es el baldón final que nos faltaba en las muy oprobiosas relaciones que ha mantenido este país con el Sáhara. España, conviene recordarlo, traicionó rimbombantes promesas y vendió el Sáhara a Marruecos por un cochino plato de lentejas: por un espejismo de derechos pesqueros, por un silencio cómplice frente a Ceuta y Melilla. Como repiten una y otra vez los polisarios, que son gente lúcida y serena, España apostó erróneamente por Marruecos. Porque un Sáhara libre, moderno y castellanohablante nos sería mucho más favorable.

De todos los Estados imperialistas, a los saharauis les tuvo que tocar uno tan cutre como el nuestro: ya es mala suerte. Mientras estuvimos allí les descuidamos (cuando nos fuimos, en 1975, sólo había un médico saharaui: los colonizados no llegaban a la Universidad), luego les traicionamos y ahora intentamos aparentar que esa traición nunca existió. Pero lo cierto es que no sólo no les hemos ayudado en nada, sino que, además, somos el principal proveedor de armas a Marruecos. De esas armas con las que Hassan les mata. Vista esta trayectoria lamentable, el chivatazo del topo no es sino un accidente más de una historia canalla.

Archivado En