Cartas al director

Tinieblas para la infancia

Para Margarita ha sido bastante penoso el circuito de contratiempos que ha debido salvar antes de acoplar su mochila en el maletero del autobús. En su pueblo de la montaña no es frecuente, ni siquiera nada sano, que las chicas salgan de casa, y mucho menos que pasen algunos días conviviendo con chicos de otros pueblos o ciudades, trabajando en la huerta o compartiendo las tareas del establo en una granja-escuela (¡faltaría más, para granjas está el patio!).La natura paterna impone leyes inamovibles que atenazan a las criaturas al mutismo de la moral pacata, ruda e irrefutable. Son padres fanta...

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Para Margarita ha sido bastante penoso el circuito de contratiempos que ha debido salvar antes de acoplar su mochila en el maletero del autobús. En su pueblo de la montaña no es frecuente, ni siquiera nada sano, que las chicas salgan de casa, y mucho menos que pasen algunos días conviviendo con chicos de otros pueblos o ciudades, trabajando en la huerta o compartiendo las tareas del establo en una granja-escuela (¡faltaría más, para granjas está el patio!).La natura paterna impone leyes inamovibles que atenazan a las criaturas al mutismo de la moral pacata, ruda e irrefutable. Son padres fantasmas sin estribos, con una concepción tan estrecha de la vida como la que brindan algunos expertos de zoonosis y parasitismo animal, cuya excelsa sabiduría embadurna la realidad de guantes blancos, birretes y sornas impropias de su estirpe (EL PAÍS, sábado 26 de mayo de 1990).

El contrapunto lo completan los ridículos periodistas, carniceros del lenguaje, que divulgan ideas terroríficas, alarmistas y acerca del tío del saco que habita las granjas-escuela de nuestra atrevida sociedad educadora.- Pepe Gutiérrez y nueve firmas más.

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