Tribuna:

Carta a Europa

Se está produciendo una revolución. El imperio se desmorona, la gran Europa se une, quién sabe por cuanto tiempo, pero hay un amanecer y los viejos odios se adormecen. En cambio, en Israel todo sigue como si estuviéramos al margen de la historia, en el mismo lugar. Es difícil divisar la luz al final del túnel. La lucha sobre una solución de compromiso, dos Estados, el israelí y el palestino, que se reconozcan mutuamente, todo ello parece como el movimiento de una danza sin ritmo.La Intifada fue el éxito de los palestinos. Recuperaron el honor perdido, al igual que lo hiciera Sadat cuando cruzó...

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Se está produciendo una revolución. El imperio se desmorona, la gran Europa se une, quién sabe por cuanto tiempo, pero hay un amanecer y los viejos odios se adormecen. En cambio, en Israel todo sigue como si estuviéramos al margen de la historia, en el mismo lugar. Es difícil divisar la luz al final del túnel. La lucha sobre una solución de compromiso, dos Estados, el israelí y el palestino, que se reconozcan mutuamente, todo ello parece como el movimiento de una danza sin ritmo.La Intifada fue el éxito de los palestinos. Recuperaron el honor perdido, al igual que lo hiciera Sadat cuando cruzó el canal de Suez. Han conquistado la opinión pública mundial, y también han aprendido el precio de su lucha y los límites de su poder. Pueden doblegar a los israelíes, pero no vencer al Ejército israelí. Por ello, con profunda amargura aceptan hoy un compromiso. En Israel, a pesar de la creciente y repetida tendencia de la opinión al compromiso, tanto en la derecha como en la izquierda, predomina el espíritu de ciertos círculos radicales, que más que conductores son conducidos por la derecha nacionalista, religiosa, que involucra la sangre con la tierra y la santidad. Así, el pueblo que en una sola generación dio a conocer al mundo a Freud, Einstein y Kafka tiene su mejor representación en Shamir, Peres y Rabin.

Los moderados están al borde de sus fuerzas. Han luchado muchos años y sienten cierta decepción. El pueblo está dividido como nunca lo estuvo antes. El ejército del pueblo dispara sobre niños, encarcela sin juicio previo, crea campos de concentración y expulsa al pueblo de su casa. Se da un recrudecimiento en la infracción de los derechos humanos, pero el ejército que dispara es también el pueblo. Es el ejército del pueblo, en el que todos prestan servicio. Algunos vuelven a casa llorando y otros quieren olvidarlo todo. El precio de los israelíes es que el ejército no actúa como debiera hacerlo ni siquiera utilizando toda su fuerza; lo que hicieron los soviéticos hace poco en Azerbaiyán o los americanos en Panamá, los israelíes no pueden hacerlo. Con los tanques no arrasarán las aldeas de los rebeldes. El bando de los moderados, nuestro bando, ve crecer su escepticismo, la derecha se vuelve más extremista, y en medio de todo ello, el ejército dispara sin que se sepa muy bien con arreglo a qué estrategia lo hace. Un pueblo dividido no puede llevar a cabo una guerra justa. Israelíes y palestinos tomaron conciencia de que no hay otra, opción más que la del diálogo, pero los israelíes siguen inmovilizados sobre el propio terreno, y sus dirigentes temen decir al pueblo la verdad. No temen a la OLP, sólo la describen como un demonio porque se niegan a renunciar a los territorios ocupados. Quieren un Israel más grande. Pero un país más grande lleva indudablemente a una especie de Suráfrica o a un país binacional, dos opciones inaceptables. Esta guerra que dura ya 70 años entre judíos y árabes en la tierra de Israel ha Regado al punto de que, o se sale de ella, o se entra en una nueva fase que puede conllevar a la destrucción de ambas partes, puesto que ninguna de ellas puede imponer a la otra una solución bilateral.

El problema en Israel es el de que la historia se escribe con las últimas noticias de la prensa. En Israel viven un millón de sobrevivientes del holocausto con sus descendientes respectivos. Viven en casas de cristal llenas de pesadillas. Ben Gunon y sus semejantes intentaron enterrar estas pesadillas creando una nueva sociedad y un nuevo futuro, y entonces los árabes se equivocaron al decir que había que arrojar a los judíos al mar, desencadenaron guerras y sembraron el terror hasta tal punto que se llegó a comparar a Arafat con Hitler y a afirmar que el bombardeo del centro nuclear de Irak se llevó a cabo para evitar un segundo Auschwitz. Era como abrir la caja de Pandora. La antigua verdad se convirtió en una grave disputa política sobre una tierra en la que conviven dos pueblos. De pronto, los árabes son el temible gentil. El Gobierno aprovecha con sutileza los temores reales para hacer de ellos una política, y no hay nada más peligroso que una política basada en el miedo y en el irracionalismo.

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Una vez alguien dijo que si les dieran el paraíso a los judíos colgarían de sus paredes cuadros del infierno. Hoy esto es cierto también respecto a los palestinos. El conflicto les convirtió en el judío de los judíos. Nosotros, una minoría en el mundo árabe, y ellos, una minoría entre nosotros. Algunas veces siento que me sería más cómodo ser judío en un Estado palestino rodeado de 22 países judíos en vez de aquella realidad en la que vivo. El deporte nacional judío es el sufrimiento; saber quién es el más merecedor del sufrimiento. La competición del sufrimiento entre unos y otros se ha vuelto también parte de la mentalidad palestina. Malimud Darwish, poeta palestino, escribe sobre su pueblo en Israel, sobre los israelíes que invadieron Líbano y contemplaron desde la banda el horror de Sabrá y Chatila, pero también escribe sobre la manifestación de cientos de miles de israelíes contra la guerra y sobre sus poesías de protesta. A veces, en un debate empiezan a discutir quién sufrió más bajo la Inquisición, musulmanes o judíos.

El Ejército israelí, que se dedica también a actuar como policía contra los niños que tiran piedras, no es el ejército que debe enfrentarse en el caso de una auténtica guerra. Tenemos verdaderos enemigos. La amenaza real no se encuentra en los territorios ocupados, sino en las fronteras. Siria e Irak tienen armas químicas y misiles de largo alcance. Los iraquíes asesinaron con gas a miles de kurdos no hace mucho, lo cual en Europa causó una mínima impresión. Pero para nosotros es algo que está demasiado cerca tanto política como geográficarnente. Los kurdos, al fin, piden lo mismo que los palestinos. No tienen un enemigo fácil de cornear como los israelíes: entonces, ¿a quién importa? Nosotros además tenemos un olfato muy desarrollado especialmente al gas, por eso aquí la situación es muy compleja; en cambio, lo que ves en la pantalla de tu televisor es como un momento extraído de sus pesadillas y de su historia y te conmueve, pero lo olvidas rápidamente. Aquí no se olvida nada. La memoria es parte del flujo sanguíneo.

Por ejemplo, Feisal al Husseini. Es el líder sin corona de la Intifáda. Su padre era de los dirigentes del movimiento palestino de los años treinta y cuarenta, extremadamente antijudío. Su tío, el mufti de Jerusalén, vistió en Berlín el uniforme de las SS y predicó la matanza de los judíos. Su padre era de los que exigieron a los ingleses promulgar el Libro Blanco que limitaba la emigración de refugiados judíos a Israel. Esto sucedía en la II Guerra Mundial, durante los años 1942-1945, cuando de un millón y medio a dos millones de judíos trataron

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Yoram Kaniuk es escritor israelí.

Carta a Europa

Viene de la página anterior , de huir de las garras, nazis vía Turquía, España, y Portugal. Los americanos no los querían en América e incluso rehusaron albergarlos en los campamentos abandonados por el Ejército alemán en el norte de Africa. Estos judíos pudieron venir sólo a Israel, ya que ningún otro país los quería, pero aquí, ante la presión árabe, los ingleses se rindieron y les hicieron regresar a Europa, donde fueron exterminados. Al padre de Feisal Husseini lo encontré en la batalla del Castle, cerca de Jerusalén, en la guerra de 1948. Iba a la cabeza de su tropa, estábamos solos allí, le disparamos. El compañero apostado a mi lado le alcanzó, yo fallé, pero el padre de Husseini murió. Husseini creció en una casa llena de rencor, su padre fue un mártir. He aquí que, después de todos estos años, después de haber visto el cuerpo de su padre acribillado a balazos, estamos en el mismo bando político. Es difícil no nos abrazamos. Somos enemigos que buscamos el camino del diálogo. La memoria aquí es un fusil cargado. Husseini representa a quienes por la guerra abandonaron sus casas y quieren ahora volver a ellas. Una historia frente a otra, mientras que los fusiles están todavía alzados. Puede parecer un escenario medieval, vivimos en el siglo XX, pero la Edad Media aquí aún no ha terminado.

Hace dos años conocí en Estados Unidos a una señora muy elegante, que me presentó a su marido judío. Me dijo que había escrito un libro que describía la vida de un personaje cuyo padre era árabe y su madre judía. En la conversación me di cuenta de que la mujer era árabe, nacida en Cesarea, hoy una gran ciudad y lugar de interés turístico y entonces una pequeña aldea. Le dije que cuando tenía 17 años, en 1947, buscábamos un lugar para desembarcar emigrantes ilegales, refugiados judíos a los que los ingleses cazaban como si fueran tiburones, y la playa de Cesarea nos parecía un lugar adecuado. Recuerdo nuestro desembarco en tres lanchas. Hubo un tiroteo, pero como era mi primer combate recuerdo claramente a un anciano árabe que llevaba de su mano a una pequeña niña asustada. Aquella niña era, esta mujer. Nos abrazamos, pero las lágrimas hicieron que rebotara ' el uno en el otro el dolor que sentíamos cada uno de nosotros. ¿Cómo es posible medir el dolor? Se trata de construir un puente, y es difícil, pues debajo de él no hay agua, sino fuego.

Para Europa este relato es como un recuerdo apenas histórico, pero ¿cuál es la relación entre algo que sucedió hace 40 años y la crueldad actual de Israel en los territorios ocupados? Hay relación. Somos un pueblo que fue vencido por la mayoría de las grandes potencias de la historia. Los babilonios, los antiguos egipcios, los griegos, los persas, los asirios y los romanos. Todos ellos desaparecieron, cambiaron y se asimilaron e n otras naciones o se convirtieron a otra religión, pero nosotros sobrevivimos tal como éramos, con la misma tradición, idioma, religión y añoranza de la misma tierra. Fíjate por donde en Israel me consideran miembro de la OLP, traidor, quintacolumnista, porque estoy a favor del diálogo con la OLP como único representante del pueblo palestino. Pero. también en mí ven a un judío viejo, que aprendió que para sobrevivir lo que debe hacerse es actuar con la cabeza, de manera racional, y no con el corazón, que no olvida nada. Por tanto, me es difícil escribir una carta a un continente abstracto denominado Europa. A pesar de todo lo que ocurre aquí con los árabes, la verdadera razón de mi necesidad de una patria para los judíos es a causa de Europa. Mis antepasados vivieron en Europa 2.000 años. No fue una existencia regalada. En Europa se encuentra el mayor cementerio de judíos del mundo. Lo que volvió a Israel fue lo que la poetisa Nili, que en paz descanse, llamó los pasos judíos, es decir, ni siquiera sus pies, solamente su eco. ¿Acaso tomáis conciencia de vuestro pasado antes de encender el televisor y ver a los malos israelíes? Yo no me permito el lujo de ser selectivo con respecto a guerras justas o injustas. Actualmente hay más de veinte horrorosas guerras en el mundo, ¿a quién. le importa? Quiero ser medido por la misma regla con la que medí lo que hice y lo que dejé de hacer durante centenares de años. ¿Acaso no era un maravilloso profeta aquel joven judío que frente al mar de Galilea dictó las Bienaventuranzas? Vosotros lo habéis hecho Dios; nosotros no, porque ningún judío puede creer que en otro judío esté la Divinidad.

A veces me duele no. vuestra crítica. Es comprensible, verdadera y legítima, e incluso me importa. Lo que me duele es cuánto os gusta prolongar esa crítica. Como si presentamos a nosotros como malvados os hiciera a vosotros mejores. Parece como si en vuestro interior todavía siguierais creyendo en los Protocolos de los Sabios de Sión, sobre el poder mágico de los judíos, que deben ser ángeles o demonios. Recuerda que en la literatura religiosa cada demonio es un ángel que cayó .Tuve una amiga francesa, filosemita de forma extraordinaria. Me contó que su madre era antisemita. Fui a visitarla y me dijo que sí, pero que no una gran antisemita. Le pregunté: "¿Qué significa eso de no ser una gran antisemita?". Me llevó a la ventana de su habitación, señaló un gran patio diciendo: "Mire, hasta aquí llegaban los camiones alemanes para llevarse a los judíos. Todos, desde las ventanas, aplaudimos, y de inmediato corrimos a saquear sus casas. Pero allí, junto a los cubos de basura, se escondieron unos cuantos niños judíos. Los vecinos los entregaron, yo no. ¿Usted me entiende? Yo no lo hice. Mire, hace varios meses participamos un literato palestino y yo en un congreso. El palestino habló de las detenciones, de la crueldad de las detenciones administrativas en espera de juicio, y entonces dijo: 'No puedo explicaros lo que es el sufrimiento'. Se. levantó un judío con una sonrisa de dolor en los labios y le dijo: 'Nosotros aquí somos gente de paz, admiramos vuestra lucha y os apoyamos, pero yo estuve en el paseo de la muerte en Auschwitz. Mis compañeros aquí estuvieron en los campos, así que yo sí puedo contarte algo sobre lo que es el sufrimiento".

En el diálogo entre nosotros y los palestinos, vosotros, los europeos, sois una buena y verdadera parte. Pero en el diálogo que para nosotros es el más importante de todos, el de los judíos y los europeos sobre los 2.000 últimos años, los israelíes bailamos un tango sin pareja. Tenía un vecino que se fugó con otros 20 judíos de un campo en Polonia. Cargaba con un bebé de un año. De lejos divisaron a los alemanes, y los judíos se escondieron bajo un puente. Sobre el puente, los alemanes empezaron a preparar café. De pronto, el niño rompió a llorar; 20 pares de ojos se clavaron en mi vecino, quien mirándolos asfixió al último hijo que le quedaba. El conflicto árabe-judío os interesa enormemente, pero la historia de mi vecino no, aunque ésta sí es en Europa. ¿De dónde crees que se escapó, miserable y azotado? Tu justicia a veces me recuerda la historia de un amigo de Francfort. Mi amigo sostenía un continuo pleito sobre la posición de los cubos de basura con otro alemán que durante la guerra fue miembro del partido nazi. Una vez, en el curso de una pelea, le dijo: . ¿Cómo es que no me pegas?". Contestó: "Yo a los judíos no me molesto en pegarles".

Fíjate, el conflicto árabe-judío tendrá solución. Llevará tiempo, pero se solucionará, pues es el conflicto político de dos entidades con traumas de existencia, pero reparables. No es fácil, pero la sangre que se ha derramado ya por ambas partes durante tantos años nos conducirá a la paz. Debó creer en ello a pesar de que parece lejano y difícil. Con lo que no puedo convivir es con la causa fundamental por la cual necesito un Estado. El antisemitismo resurge de nuevo. Dos mil años es un parámetro fijo, constante, muy largo, y todavía está ahí. Es decir, incluso después de una solución política, el problema principal no se resolverá, y eso es lo que más me atemoriza. Tú, Europa, eres parte del gran y verdadero problema, e incluso, no eres consciente de ello. Sólo te interesa decepcionarte de mí y preguntar: ¿qué les ha pasado a los israelíes, tan cultos? Pero si olieras la tierra que pisas sentirías la ira que contiene, su tiniebla todavía me asusta.

Reflexiona sobre ello, e inicia el tan esperado diálogo entre judíos y europeos, un diálogo al que, después de tan largo tiempo esperado, le ha llegado su momento.

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