Tribuna:

"Honi", el pobre hombre

H. T. "Soy un pobre hombre", decía Erich Honecker, ex jefe del partido comunista (SED) y de la República Democrática Alemana, a la fiscalía que le acusó de malversación y alta traición. El acta del interrogatorio es un patético documento del fracaso de una ideología y de una vida dedicada a ella con fe inquebrantable. Ninguno de sus camaradas ha visitado al árbol caído. La adoración de los hermanos de lucha comunista se ha evaporado. El anciano enfermo espera la muerte abandonado por todos. Vive de la misericordia de un pastor protestante que fue perseguido durante décadas por la policí...

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H. T. "Soy un pobre hombre", decía Erich Honecker, ex jefe del partido comunista (SED) y de la República Democrática Alemana, a la fiscalía que le acusó de malversación y alta traición. El acta del interrogatorio es un patético documento del fracaso de una ideología y de una vida dedicada a ella con fe inquebrantable. Ninguno de sus camaradas ha visitado al árbol caído. La adoración de los hermanos de lucha comunista se ha evaporado. El anciano enfermo espera la muerte abandonado por todos. Vive de la misericordia de un pastor protestante que fue perseguido durante décadas por la policía política dirigida por su actual protegido.

La mayoría de la población no muestra la generosidad del pastor Uwe Holmer, en cuya casa viven Honecker y su mujer, Margot. Hace dias, la población recibió entre gritos de "Honi, cerdo" al anciano matrimonio cuando iban a mudarse a un diminuto apartamento cerca de Berlín.

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Los antiguos cómplices culpan a Honi de todos los males, para rehabilitars'e ellos. La población, con la mala conciencia de su pasividad de décadas, vuelca sus peores instintos sobre un hombre que sólo era una pieza, aunque importante, del sistema que la mayoría no tuvo el coraje de combatir. Los intelectuales y dirigentes eclesiásticos que protagonizaron la lucha contra el Honecker poderoso se han quedado solos en sus llamamientos a la tolerancia hacia el Honecker anciano y débil. Como ya sucedió tras la caída del nazismo, los que mas aplaudieron al Führer (Adolf o Erich) son los mas implacables a la hora de denostarlo para liquidar con el líder caído su propia culpa y ganarse el acceso de una sumisión a otra.

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