Nostalgia del imperio romano
Los acontecimientos que actualmente amenazan con cambiar las fronteras europeas y especialmente las de la Unión Soviética merecen para John H. Elliott una atención muy especial. "Europa pensó durante mucho tiempo que su ideal quedaría cumplido al establecerse claraniente los grandes Estados nacionales, y ahora vemos que esto no era rnás que otra ilusión. lloy las subnacionalidades empujan desde abajo y las corporaciones supranacionales desde arriba, obligándonos nuevamente a replantear la idea del Estado".Una federación europea se le aparece no sólo como necesaria, sino como algo que puede ayu...
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Los acontecimientos que actualmente amenazan con cambiar las fronteras europeas y especialmente las de la Unión Soviética merecen para John H. Elliott una atención muy especial. "Europa pensó durante mucho tiempo que su ideal quedaría cumplido al establecerse claraniente los grandes Estados nacionales, y ahora vemos que esto no era rnás que otra ilusión. lloy las subnacionalidades empujan desde abajo y las corporaciones supranacionales desde arriba, obligándonos nuevamente a replantear la idea del Estado".Una federación europea se le aparece no sólo como necesaria, sino como algo que puede ayudar a entender fenómenos de otras etapas de la historia. "No sería extraño que tuviéramos que reivindicar a Carlos V como gobernante e incluso la concepción del Estado que tuvieron el imperio romano o la monarquía austríaca. Lo que es evidente e.s que no podemos seguir pensando con los conceptos del siglo XIX".
La modernización de España, su gran amor didáctico, le parece por fin un dilema resuelto. "Han existido muchos cambios. Un extranjero queda impresionado por los éxitos logrados, no por los fracasos. Por otra parte, los cambios que ahora se pueden ver comenzaron ya en los años cincuenta, y en los últimos de la vida de Franco ya eran muy notables. Son anécdotas, pero las primeras mujeres con pantalón y el comienzo del tuteo ya me impresionaron entonces". Sobre nuestros nacionalismos interiores cree que no son diferentes de los que afectan a otros países europeos. "Siento una simpatía personal por los localismos. Yo viví en Cataluña cuando allí no podían hablar su idioma, y entiendo alguna de las posturas de esta gente".