Tribuna:

Hacia las raíces

Costa Gavras, uno de los directores más fieles a su compromiso con posiciones intelectuales de izquierda, afirma que no se siente sólo haciendo cine político de esta especie. Y no lo está.Cada una a su manera, casi todos los filmes que compiten en el Óscar son combativos y hay algo -ya sea algodón, ya sea navaja- en ellos que indica que la voz del cine se funde con la respuesta del arte a lo establecido. El cine es la más veloz de las artes a la hora de conectar sus circuitos interiores con los circuitos circundantes que lo presionan. Y responde a esta presión con noes cada vez más audi...

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Costa Gavras, uno de los directores más fieles a su compromiso con posiciones intelectuales de izquierda, afirma que no se siente sólo haciendo cine político de esta especie. Y no lo está.Cada una a su manera, casi todos los filmes que compiten en el Óscar son combativos y hay algo -ya sea algodón, ya sea navaja- en ellos que indica que la voz del cine se funde con la respuesta del arte a lo establecido. El cine es la más veloz de las artes a la hora de conectar sus circuitos interiores con los circuitos circundantes que lo presionan. Y responde a esta presión con noes cada vez más audibles, recupera capacidad de escándalo, por lo que está contribuyendo al reaprendizaje de la disconformidad, el arte de la respuesta y la moral de intolerancia contra lo intolerable.

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En el último festival de Berlín, las 30 películas de la sección oficial eran abierta o encubiertamente políticas desde posiciones de rechazo y configuraciones imaginativas inclinadas hacia la izquierda. Otro tanto ocurrió en el último festival de Cannes. Y en las dos Europas -pero con más atracción hacia el abismo en la oriental, que está creando filmes de extrema radicalidad en Polonia, la URSS y Checoslovaquia- el cine se mueve hacia donde Costa Gavras está atrincherado desde hace muchos años.

Esta marea radical ha llegado incluso a Estados Unidos y allí, lo que prendió con sinceridad hace anos en cineastas independientes -de Coppola y Scorsese a Spike Lee y Steven Soderbergh-, comienza ahora a entrar en el juego de las grandes productoras, que quieren capitalizar -y sacar nueva ganacia de él- este deslizamiento de la imaginación cinematográfica hacia la izquierda. Y ésta asoma en todas las pantallas del mundo, China -hasta Tianamen- incluída.

El cine, desde el derrumbe del muro de contención estalinista -que es lo más saludable que le ha ocurrido a la izquierda en muchos decenios- ha reencontrado los cauces por donde acaban confluyendo la pasión por la libertad y la pasión por la fabulación. Y vuelve así a sus raíces sublevadas.

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