Editorial:

La historia se acelera

LA REUNIÓN en Ottawa de los ministros de Exteriores de la OTAN y del Pacto de Varsovia, convocada en principio para tratar del proyecto de cielos abiertos, ha puesto en el centro de sus debates la unificación de Alemania. La situación interna de la República Democrática Alemana (RDA) -donde la emigración al Oeste no cesa- y, sobre todo, la declaración de Mijail Gorbachov en sus reuniones con Kohl y Genscher, en el sentido de que la URSS reconoce el derecho de los alemanes a decidir la unidad de su Estado y a elegir el ritmo y las condiciones de la unificación, han dado una aceleración i...

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LA REUNIÓN en Ottawa de los ministros de Exteriores de la OTAN y del Pacto de Varsovia, convocada en principio para tratar del proyecto de cielos abiertos, ha puesto en el centro de sus debates la unificación de Alemania. La situación interna de la República Democrática Alemana (RDA) -donde la emigración al Oeste no cesa- y, sobre todo, la declaración de Mijail Gorbachov en sus reuniones con Kohl y Genscher, en el sentido de que la URSS reconoce el derecho de los alemanes a decidir la unidad de su Estado y a elegir el ritmo y las condiciones de la unificación, han dado una aceleración imprevista al problema más complejo que se deriva de los cambios en Europa del Este.La visita que inicia hoy a Bonn el jefe del Gobierno de Alemania Oriental, Hans Modrow, acompañado por ministros de los partidos que estuvieron hasta ahora en la oposición, está motivada por una situación económica acuciante y pone de relieve hasta qué punto la solución de los problemas internos de la RDA exigen la ayuda y el entendimiento con el Gobierno de Bonn.

En el plano internacional, la perspectiva de una Alemania unida en un plazo breve plantea problemas muy serios. El más urgente, desde luego, es preparar el marco internacional en el que esa Alemania se encuadrará. Tema en el que hay discrepancias entre los Gobiernos, incluso en Occidente. Está, en primer lugar, la presencia en la Comunidad Europea de una Alemania unida. El principio en sí no suscita muchas objeciones. ¿Cómo negarse a algo que Occidente siempre ha reclamado? Pero las consecuencias pueden ser preocupantes para los países del Sur, como España o Italia.

La relación de esa futura Alemania con los bloques militares es, sin duda, el tema más delicado. Descartadas en principio tanto la neutralidad como la simple entrada en la OTAN -ambas inviables-, los debates en curso tienden a buscar fórmulas imaginativas que, soslayando la amenaza de que aparezca una gran Alemania en el centro de Europa sin anclaje en las estructuras de seguridad existentes, sean aceptables para la URSS. Se barajan fórmulas para que la pertenencia alemana a la OTAN no implique ventajas militares para el bloque occidental; por ejemplo, separando el papel militar de la OTAN -en decadencia de su papel político, como pieza indispensable de la alianza con EE UU y, de la seguridad de Europa en su conjunto, incluida su parte oriental. Gorbachov ha dado a entender a Kohl que no se negaría a fórmulas de ese género.

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Pero existe una condición sine qua non para que la unidad de Alemania sea compatible con la seguridad europea: su renuncia sin equívocos a pedir cambios en la frontera polaca. En ese punto decisivo la socialdemocracia tiene una actitud mucho más clara que Kohl.

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