El joven que 'intoxicó' el ordenador del Pentágono desde su casa se declara inocente

Robert Tappan Morris, el joven norteamericano que intoxicó con un virus informático más de 6.000 computadoras oficiales en 1988, se ha declarado inocente de los delitos federales de los que ha sido acusado por un tribunal de Siracusa (Nueva York). Ha argumenta do que el virus que introdujo en el sistema Internet era benigno y que jamás intentó causar daños de ningún tipo. En caso de ser declarado culpable, Morris podría ser enviado a prisión.

Robert Tappan Morris, de 24 años de edad, es hijo de Robert T. Morris sr., un especialista en computadoras de alta seguridad que trabaja en la Age...

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Robert Tappan Morris, el joven norteamericano que intoxicó con un virus informático más de 6.000 computadoras oficiales en 1988, se ha declarado inocente de los delitos federales de los que ha sido acusado por un tribunal de Siracusa (Nueva York). Ha argumenta do que el virus que introdujo en el sistema Internet era benigno y que jamás intentó causar daños de ningún tipo. En caso de ser declarado culpable, Morris podría ser enviado a prisión.

Robert Tappan Morris, de 24 años de edad, es hijo de Robert T. Morris sr., un especialista en computadoras de alta seguridad que trabaja en la Agencia de Seguridad Nacional, un centro de computadoras oficial situado en Bethesda (Maryland). La fiscalía acusa al procesado de haber creado un virus mutante que destruyó casi por completo la red Internet, un gran banco de datos oficiales al que accedían primordialmente científicos y militares. Los especialistas en intoxicaciones informáticas han calificado el virus que Morris cree era "benigno" como "una plaga imparable".El jurado deberá contestar a una simple pregunta antes de emitir su veredicto: ¿Actuó Morris deliberadamente o su propio virus se le fue de las manos? Si actuó deliberadamente, Morris violó una ley firmada por el Congreso en 1986 que castiga a los hackers. Esa ley, sin embargo, es confusa y su texto ha quedado ya desfasado en estos tres años porque "la tecnología es mucho más innovadora que la propia justicia", ha explicado un especialista de informática de la Universidad de Harvard. El caso Morris creará por otra parte jurisprudencia y de ahí que el proceso de Siracusa haya despertado tanto interés. Morris, considerado en ambientes universitarios como un héroe moderno y en medios militares como un saboteador o un tecno-terrorista, será, si es condenado, un mártir para sus colegas hackers, quienes se continúan introduciendo desde sus buhardillas en los sistemas informáticos de todo el país. El caso Morris pone de manifiesto la falta de una reglamentación clara y precisa sobre lo que en este terreno se podría considerar un delito claro.

En el Capitol Hill, este tema preocupa enormemente a los legisladores, quienes no han encontrado aún una fórmula legal que englobe, sin disquisiciones posibles, a todo este tipo de delitos. Hay quien opina que Morris le ha hecho un favor al Gobierno mostrando la debilidad de los sistemas informáticos oficiales, mientras que las multinacionales del software están interesadas en conocer qué mecanismos utilizó el procesado para crear ese programa informático tan sofisticado.

Detener la 'infección'

El virus de Morris no era, según algunos especialistas, destructivo, sino que provocaba tal confusión que los sistemas operativos afectados se bloqueaban y las pantallas se apagaban y no volvían a ser operativas en el plazo de tres o cuatro días. Los daños provocados por el virus alcanzaron decenas de miles de dólares. El tipo de virus utilizado por Morris se ha convertido en el arma que está esgrimiendo el abogado defensor, quien cuenta además con las pruebas suficientes para demostrar que su cliente intentó detener la infección provocada por su virus sin conseguirlo.

Los fiscales creen que el caso es fácil. Morris se introdujo en un sistema ajeno que además contenía información oficial clasificada, que causó un gran daño, que violó una ley federal, y que por lo tanto debe ser castigado. También van a presentar pruebas que demuestran que su virus era mutante, que su desarrollo estaba previamente calculado y que su acción fue, según ellos, deliberada, maliciosa y criminal.

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