'El remero', de Sorolla, adjudicado en 80 millones de pesetas

Cuadros de Navarro y Llorens, Zuloaga y Anglada Camarasa alcanzan altas cifras en subasta

El remero, cuadro-estrella de la subasta que celebró ayer Edamad Ped & Asociados en un hotel de Madrid, fue adjudicado en 80 millones de pesetas, justo el doble de la cifra de salida. El remate se hizo por teléfono. Cuadros de Navarro Uoreus, Zuloaga y Anglada Camarasa alcanzaron también altos precios. De los 70 cuadros de pintura impresionista y moderna que se subastaron, sólo cinco no tuvieron postor.

El salón del hotel Ritz donde se celebró la subasta ya estaba lleno hasta la bandera, tanta gente de pie como sentada, un cuarto de hora antes de comenzar la sesión. A las ocho y cinco, ...

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El remero, cuadro-estrella de la subasta que celebró ayer Edamad Ped & Asociados en un hotel de Madrid, fue adjudicado en 80 millones de pesetas, justo el doble de la cifra de salida. El remate se hizo por teléfono. Cuadros de Navarro Uoreus, Zuloaga y Anglada Camarasa alcanzaron también altos precios. De los 70 cuadros de pintura impresionista y moderna que se subastaron, sólo cinco no tuvieron postor.

El salón del hotel Ritz donde se celebró la subasta ya estaba lleno hasta la bandera, tanta gente de pie como sentada, un cuarto de hora antes de comenzar la sesión. A las ocho y cinco, Edinund Peel anunciaba el primer cuadro, María Teresa Moret en un paisaje, de Aureliano de Beruete, con un precio de salida de un millón de pesetas, y dos minutos más tarde había sido adjudicado en 28 millones. A las ocho y cuarto entraban los Sorolla. La familia en la alquería, Alcalde del Maestrazgo y Días de lluvia, alcanzaron precios moderados. Y llegó El remero, en medio de gran expectación.

El remero es un gran cuadro. Óleo sobre lienzo, firmado y fechado en 1908, lo llena la figura de un bello de la época, rubianco, pelo ondulado con raya lateral, bigotito, fuertes brazos desnudos desde los hombros, vestido al estilo marinero. Sentado en la barca, sujeta un remo y rueda salvavidas, que son los obvios atributos náuticos.

Peel inició la puja con 40 millones de pesetas, en la sala hubo tres o cuatro posturas y sonó el teléfono. La señorita que lo atendía iba indicando los sucesivos alzamientos del licitador anónimo, y pocos minutos más tarde éste se erigía en rematante. ¡Clac!, dio el martillazo el subastador: "¡Adjudicado en 80 millones de pesetas!".

-Ese del teléfono debe de tener un pastón, ¿verdad, usted?

-Es probable.

Cantados los 80 millones, hubo murmullos, y allí mismo acabó la expectación. La noticia ya se había producido. El precio de este Sorolla quedaba lejos de los 142 millones de pesetas que alcanzó un día antes, en Londres, Toros a enganchar la barca, pero 80 millones de pesetas también es buen precio. La cotización del pintor valenciano sube y galeristas y coleccionistas empiezan a disputarse su obra. Algunos expertos quizá se hayan llevado una sorpresa pero la ciudadanía de este país no se ha llevado ninguna, pues Joaquín Sorolla siempre fue uno de sus pintores favoritos. Hace pocas décadas algún exquisito calificó de buenas para ilustrar calendarios las pinturas de Sorolla, y al común de la gente le trajo sin cuidado pues le gustaban, y en paz. Muchas veces el común de la gente tiene razón; hasta en el arte.

Adjudicado El remero, algunos curiosos se marcharon, las cámaras de televisión destacadas allí filmaron menos o sencillamente dejaron de filmar porque recogieron los bártulos, y sin embargo la subasta continuó con interés sostenido. Edinund Peel, martillero, apercibía con ojeos de lince los gestos apenas esbozados de los postores, y no se le escapaba ni uno. Hasta que se le escapó uno y con sufrimiento a duras penas contenido pidió al público más claridad en sus señales, para que no volviera a suceder. Se esperó una reacción adecuada. Por ejemplo, que los postores gritaran "¡Mío!", o algo parecido. No obstante, la espera resultó vana. Tenían demasiada distinción los postores para eso.

Cuando había pujas por teléfono los cuadros alcanzaban altos precios (quizá debería expresarse al revés) y normalmente se los llevaba el licitador telefónico. Llegaron a 31 millones Playa con barcas varadas, de José Navarro y Lloréns -la venduta venía marinera-; 25 millones, París la nuit, de Anglada-Camarasa; 20 millones, Casas de Haro, de Zuloaga; 17 millones, Maestranza de Sevilla, de Ramón Casas; 11 millones, Barcas y pescadores, de Luis Graner, y Elpalco, de Emilio Grau.

Hubo otras obras vendidas en 10 millones - Villanueva y Geltrú, de Mir; Retrato escuestre de Afflonso XIII, de Cuixart-, si bien lo normal eran los dos-tres milloncejos, o aún menos. Que es dinero, claro, aunque al lado de lo de El remero, podía parecer calderilla. Un paisaje de Benjamín Palencia que salió en cuatro millones se vendió por cerca de seis, y esa fue la última puja de la subasta. Levantada la sesión, la gente abandonó la sala en silencio. Que 300 españoles de pura cepa abandonen una sala todos juntos sin meter ruido, es un milagro que sólo puede obrarse en subastas de arte y seguramente tampoco todos los días.

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