Tribuna:

Un problema sinfónico

La Orquesta Nacional cobra de nuevo actualidad, no por sus versiones, sino por sus problemas. Ahora, ha entrado en colisión con sus gestores, quienes proponen a Cristóbal Halffter para el cargo de director artístico de la ONE, en unión de Walter Weller como director asociado.Al margen de cuestiones que pueden rozar lo personal, me parece más interesante pensar en voz alta sobre la misma orquesta como problema. Recordemos, de pasada, lo sucedido con Jesús López Cobos y con Ros Marbá; los enfrentamientos anteriores con Celibidache o el desencanto de Giulini para concluir que parece increíble que...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

La Orquesta Nacional cobra de nuevo actualidad, no por sus versiones, sino por sus problemas. Ahora, ha entrado en colisión con sus gestores, quienes proponen a Cristóbal Halffter para el cargo de director artístico de la ONE, en unión de Walter Weller como director asociado.Al margen de cuestiones que pueden rozar lo personal, me parece más interesante pensar en voz alta sobre la misma orquesta como problema. Recordemos, de pasada, lo sucedido con Jesús López Cobos y con Ros Marbá; los enfrentamientos anteriores con Celibidache o el desencanto de Giulini para concluir que parece increíble que a nuestra primera formación sinfónica no le sirva ningún director, cualquiera que sea la internacionalidad de su prestigio.

Mientras tanto, la plantilla de la Orquesta Nacional no puede cubrirse con españoles pues ni siquiera acuden a las oposiciones en número suficiente, ni tampoco puede contratarse a extranjeros una vez cubierto el cupo del 10% máximo autorizado por la ley. Estamos a finales de 1989 y dentro de dos años, en razón de nuestra pertenencia a la Comunidad Europea, tales limitaciones saltarán por los aires. No se entiende, entonces, la pervivencia, hasta el agotamiento, de unos módulos estructurales obsoletos que necesariamente deberán caducar en el plazo de un par de temporadas.

Hay que replantear otro tema fundamental: el porqué y el para qué de la Orquesta Nacional. Hacia esto creo que apuntaba la dirección del INAEM al proponer una dirección artística.

Las actividades de una orquesta de la importancia de la Nacional deben ser homologables a las que desarrollan las grandes formaciones sinfónicas de Europa; han de obedecer no al azar, el capricho o la rutina, sino a una planificación coherente fruto de la política cultural que demanda nuestra sociedad.

En diversos aspectos, las estructuras de la ONE necesitan una revisión a fondo para que no puedan darse, por ejemplo, casos como el de esta semana, en el que se han suspendido los conciertos de los días 4, 5 y 6, por una enfermedad de quien debía dirigirlos conocida el día 1. Absurdo, impensable en cualquier otra capital europea.

Son muchas las cuestiones que se acumulan en el problema general de la ONE y ante ellas no servirá de nada cerrar los ojos e ir tirando. Menos aún confiar las soluciones al paso del tiempo, pues el tiempo no soluciona problema alguno. Al contrario: lo enquista y ejerce sobre él su negativa acción de deterioro.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En