Reportaje:

...déjala correr

La autorización para regar los arrozales enfrenta a los agricultores de Jaén con los de Sevilla

"Ahora mismo somos el sur del sur de Sevilla. ¿Por qué nos dejan sin agua y se la dan a otros, cuando los pantanos los tenemos aquí y nuestras tierras están secas, sin una gota, eh? Aquí no tenemos políticos de primera clase que nos defiendan, no tenemos a nadie". Ramón Durán, vecino de Mengíbar (Jaén) y padre de seis hijos, nunca pensó al dejar su antigua profesión de panadero y dedicarse al campo que las 43 hectáreas que compró y que sembraría de algodón al año siguiente se le iban a secar por falta de agua.

La sequía que ha asolado Andalucía durante este año y que ha dejado la cuenca...

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"Ahora mismo somos el sur del sur de Sevilla. ¿Por qué nos dejan sin agua y se la dan a otros, cuando los pantanos los tenemos aquí y nuestras tierras están secas, sin una gota, eh? Aquí no tenemos políticos de primera clase que nos defiendan, no tenemos a nadie". Ramón Durán, vecino de Mengíbar (Jaén) y padre de seis hijos, nunca pensó al dejar su antigua profesión de panadero y dedicarse al campo que las 43 hectáreas que compró y que sembraría de algodón al año siguiente se le iban a secar por falta de agua.

La sequía que ha asolado Andalucía durante este año y que ha dejado la cuenca del Guadalquivir con tan sólo el 5% de su capacidad útil ha hecho cundir el miedo y la desesperación entre los agricultores andaluces. También ha dejado abiertas las puertas a un posible conflicto entre los arroceros de Sevilla y los algodoneros de Jaén, los más perjudicados. Días antes de que entrara en vigor la prohibición de la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir sobre el riego de cultivos para aquellos que hubieran consumido ya los 2.200 metros cúbicos por hectárea asignados el pasado 14 de marzo, varios cientos de agricultores jiennenses se enfrentaron entre sí con navajas y azadas, según testigos presenciales, en un último y desesperado intento por regar sus plantaciones de algodón. Los campesinos habían hecho caso omiso a los turnos de riego establecidos y habían abierto sus respectivas compuertas, lo que originó el enfrentamiento.Pero no ha sido éste el único choque. Veinticuatro horas después de decretada la prohibición de riegos en los cultivos de regadíos el pasado martes, la Confederación aclaró que algunos cultivos que aún no habían consumido su asignación de agua, como los arroceros sevillanos, podían continuar abasteciéndose. El hecho de que los arroceros, siguiendo instrucciones de la Confederación, hubieran reducido en un 30% las hectáreas de cultivo y no se vieran privados del agua que necesitan, ha despertado el malestar y la indignación entre los algodoneros de Jaén. "El agua que hay en los pantanos de Jaén", explica Francisco Serrano, propietario de seis hectáreas de algodón en Mengíbar, la localidad más perjudicada por las restricciones, "es de los españoles, de acuerdo; pero, más aún lo será de los que vivimos aquí ¿no? Pasa delante de nuestras narices, y se la dan a los arroceros. O sea, que podemos cantar esa copla que dice: 'Tener el agua tan cerca y no poderla beber... ".

Caudal mínimo

La decisión de la Confederación se basa en la necesidad de mantener un caudal mínimo de agua para preservar los equilibrios ecológico y sanitario. Sin embargo, no todos los agricultores están dispuestos a acatar la prohibición de regar. Así lo manifestaba el pasado jueves el agricultor Antonio Santos, propietario de 23 hectáreas sembradas de algodón en una parcela colindante a la carretera que une Bailén a Motril. Ese mismo día, de hecho, tenía en funcionamiento su propia estación elevadora de agua. "Yo voy a regar aunque lo prohíban; la cosecha está costando mucho dinero y no voy a dejar que se seque". La estación elevadora está instalada en el río Guadalbullón, un afluente del Guadalquivir, lo que le permite bombear el agua en cualquier momento. Sin embargo, los demás agricultores de Mengíbar dependen del motor de bombeo que posee la comunidad de regantes, organismo sobre el que recaería una posible sanción. "En un año de sequía como éste, el algodón necesita un mínimo de cinco riegos, y nosotros sólo hemos podido darle dos", asegura Santos. El agricultor calcula que en condiciones normales podría haber obtenido 12 millones de pesetas por las 23 hectáreas que ha sembrado, "pero ya no valen ni la mitad; la mayoría del fruto se ha caído".Las pérdidas de este año van a ser cuantiosas para muchos andaluces que viven del campo. "Si quiero recoger la cosecha, tengo que pagar al jornalero 60 pesetas por cada kilo de algodón que me recoja, cuando a mí el kilo me lo pagan a 100 pesetas. Con los ocho duros restantes, paga abonos, paga tractor, paga esto y lo otro y lo otro... y ¿en qué se queda lo cosecha?", comenta otro agricultor de Jaén.

Este tampoco acierta a comprender por qué la Confederación del Guadalquivir ha prorrogado los riegos sólo a los arroceros de la zona baja. "Es lamentable que, como está el algodón, nos quiten el agua y se la den a los de allí abajo [a los arroceros]. No sé si tendrán más o menos derecho, pero que te quiten a ti el plato, desmayaos vivos como estamos, para dárselo a otros, aunque tengan la misma hambre que tú, no hay derecho; sobre todo cuando los pantanos los tenemos aquí mismo: son de Jaén".

Provocación

Los agricultores Jiennenses consideran "una provocación" la prórroga de riegos para los arroceros de Sevilla. Algunas comunidades han anunciado su intención de enviar a los alcaldes de los municipios afectados para que se entrevisten con responsables de la confederación.Unos 2.000 millones de pesetas perderán este año los algodoneros jiennenses, según un directivo de la comunidad de regantes de Mengíbar. La cifra es similar a la de las pérdidas de los arraceros de Villafranco del Guadalquivir (Sevilla), quienes este año, a sugerencia de la Confederación, dejaron sin cultivar cerca de 21.000 hectáreas, según el cooperativista Federico Clar.

Clar se queja de que la Administración, pese a las medidas anunciadas tras la sequía de 1983, no ha solucionado aún el problema ni ha puesto en marcha los proyectos para la construcción de pantanos de Villafranco del Guadalquivir.

Los arroceros sevillanos podrán sobrevivir, sin embargo, aunque éste, para ellos, no es el problema. "Nuestro único remedio es conseguir recircular el agua y luchar contra la salinización". Los agricultores sevillanos comprenden las restricciones de agua y acatan las sugerencias de la Confederación. Pero saben que si se da otro mal año como éste a los arroceros y los algodoneros sólo les espera el desastre.

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