Tribuna:

Galaxia

La Vía Láctea es nuestra galaxia. En ella arden 150.000 millones de estrellas aún más potentes que el Sol. La galaxia vecina se llama Andrómeda, de la cual nos separa una distancia de dos millones de años luz. Andrómeda tiene 200.000 millones de estrellas también en llamas. Hasta ahora los astrónomos han captado 100.000 millones de galaxias agrupadas en colonias, pero eso sólo es un pequeño barrio, puesto que la mayor parte del universo, sumida en un agujero negro, está fuera del alcance de los telescopios. El universo continúa su marcha y, en vista del caso, hoy he cenado unas acelgas rehogad...

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La Vía Láctea es nuestra galaxia. En ella arden 150.000 millones de estrellas aún más potentes que el Sol. La galaxia vecina se llama Andrómeda, de la cual nos separa una distancia de dos millones de años luz. Andrómeda tiene 200.000 millones de estrellas también en llamas. Hasta ahora los astrónomos han captado 100.000 millones de galaxias agrupadas en colonias, pero eso sólo es un pequeño barrio, puesto que la mayor parte del universo, sumida en un agujero negro, está fuera del alcance de los telescopios. El universo continúa su marcha y, en vista del caso, hoy he cenado unas acelgas rehogadas con jamón y después he sacado a pasear al perro a la luz de la luna, que es un pedrusco de nada. Mientras el animal husmeaba algunos desperdicios en la calle, he mirado el firmamento bajo la noche estrellada. Había una belleza inmarcesible allí arriba: jinetes de álgebra, carros de fuego, caballos de música. Unas gotas de leche caídas del seno de la diosa Juno cuando amamantaba a Hércules han trazado el camino de las constelaciones. Yo me hallaba en una acera perdida, al pie de una farola, junto a una bolsa de basura que contenía residuos de pollo, algunas jeringuillas, hojas de lechuga y de periódico, medio cráneo con sesos de cordero y un espejo roto donde aquellos astros se reflejaban.No sabía qué pensar. En ese momento la Vía Láctea me subyugaba y la bolsa de basura me atraía. Sin duda había un número infinito de esferas ardiendo en lo alto, pero en ellas no palpitaba un solo deseo; en cambio, este saco de despojos estaba lleno de pasiones. En un papel sucio aún podía leer a la luz de la luna el relato de una joven violada; aquellas jeringuillas aparecían rematadas por un cuajarón de sangre que fue extraído del placer; la imagen de un héroe político había servido para envolver mollejas podridas. A través del espejo roto las constelaciones se introducían en ese mundo. Y de pronto descubrí que aquel cubo de basura era el centro de otro universo. Millones de estrellas giraban alrededor de unos cuellos de pollo y mi perro ladraba.

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