El nuevo Gobierno de Sudán recurrirá al diálogo para acabar con la guerra civil

Tras el golpe de Estado del pasado viernes, los nuevos gobernantes de Sudán parecen dispuestos a acabar por medio del diálogo con la guerra civil que desde 1981 sacude el país. Así se expresó ayer el jefe de la junta militar, general Omar Hasan Ahmed al Bachir, al anunciar próximos contactos con los rebeldes del Sur a la agencia oficial de noticias egipcia, Mena. El Cairo reconoció el sábado por la noche el régimen recién instalado en Jartum.

El Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán, más conocido por sus siglas en inglés, SPLA, aún no se ha pronunciado sobre el derrocamiento del Go...

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Tras el golpe de Estado del pasado viernes, los nuevos gobernantes de Sudán parecen dispuestos a acabar por medio del diálogo con la guerra civil que desde 1981 sacude el país. Así se expresó ayer el jefe de la junta militar, general Omar Hasan Ahmed al Bachir, al anunciar próximos contactos con los rebeldes del Sur a la agencia oficial de noticias egipcia, Mena. El Cairo reconoció el sábado por la noche el régimen recién instalado en Jartum.

El Ejército de Liberación del Pueblo de Sudán, más conocido por sus siglas en inglés, SPLA, aún no se ha pronunciado sobre el derrocamiento del Gobierno civil de Sadek al Mahdi, con el que se había comprometido el pasado 12 de junio en Addis Abeba a participar en una conferencia constitucional para solucionar el problema del sur.Desde que en 1983, el entonces presidente Yaafar Numeiri instaurara la ley islámica (sharia) se recrudecieron los enfrentamientos y luchas internas entre las dos comunidades tradicionalmente rivales del país: los musulmanes, mayoritarios en el norte y la población del sur, principalmente cristiana y animista. El líder de este nuevo golpe -el décimo séptimo en 20 años- ha tomado una parte muy activa en la lucha contra la revuelta del sur convertida con el paso de los años en una verdadera guerra civil.

En sus declaraciones al corresponsal de Mena, el general Al Bachir expresó su intención de publicar un comunicado en los próximos días relativo a la postura del Consejo de Mando de la Revolución para la Salvación Nacional sobre el problema del sur. El primer ministro ratificó también su intención de someter a referéndum la aplicación de la sharia, una de las principales demandas de los rebeldes.

Economía moribunda

El nuevo régimen, que ha suspendido la constitución, Parlamento y partidos políticos, se enfrenta ahora a la ardua tarea de reconstruir un país con una economía moribunda y al borde de la hambruna. Esta desastrosa situación interior es, con toda probabilidad, la causa que ha retrasado la intervención de los militares, quienes ya el pasado febrero lanzaron un ultimátum al primer ministro depuesto, por lo que calificaron de una pésima gestión del país.

Los jóvenes oficiales que, según las informaciones procedentes de Jartum, se encuentran detrás del golpe han acusado reiteradamente a los dirigentes del partido gobernante (Umma Party) de incapacidad para disociar sus fines personales de los intereses supremos de Sudán.. El progresivo deterioro de las condiciones económicas y de seguridad ha llevado no sólo a una inflación del 80% y a una generalización del mercado negro, sino también, lo que es más grave, a una extensión del sentimiento de fustración a todas las capas de la población, que parece haber acogido el golpe con cierta simpatía.

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En política exterior, el nuevo hombre fuerte no ha querido jugar con la ambigüedad. De inmediato ha dejado claro su adhesión a los principios de los No Alineados y ha insistido en la necesidad de que las relaciones con los grandes sean equilibradas y se basen en el respeto mutuo. También ha expresado su deseo de mejorar sus lazos con diversos países de la zona, en especial con Egipto, el gran vecino del norte con el que Sudán mantiene desde hace años un extraño vínculo de amor-odio.

La prensa oficiosa de El Cairo no ha ocultado su opinión favorable al giro imprimido por el Ejército en Jartum, más aún cuando en las últimas semanas se había incrementado la tensión entre las dos capitales. Apenas cinco días atrás, Mahdi había enviado una carta al primer ministro egipcio, Atef Sedki, en la que le recordaba que las relaciones con Egipto no volverían a la normalidad hasta que las autoridades de este país extraditaran a Numeiri, refugiado en suelo egipcio desde que en 1985 fuera depuesto por el general Scuar al Dahab. El Gobierno de Mahdl había acusado previamente a El Cairo de estar detrás de una intentona golpista desarticulada el pasado 18 de junio. Numeiri, a quien las autoridades egipcias tienen prohibido hacer declaraciones a la Prensa, se encuentra desde entonces en paradero desconocido que haya abandonado el país.

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