Crítica:'POP'

El enigma en la bruma

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Música del impresionismo francés, voces búlgaras y guitarras españolas, intercaladas entre la buena actuación de Joan Bibiloni y la de Shelleyan Orphan, caldearon el ambiente mientras un público vestido de luto riguroso, labios bermellón, cabellos estalagmíticos y cruces por pendientes comenzaba a llenar la plaza de toros de Las Ventas. A la una de la madrugada, después de tres horas de música intensa, los seguidores de The Cure, miméticos de la imagen de su cantante, Robert Smith, salían sudorosos con la convicción de haber asistido a un magnífico concierto.Bajo el lema ...

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Música del impresionismo francés, voces búlgaras y guitarras españolas, intercaladas entre la buena actuación de Joan Bibiloni y la de Shelleyan Orphan, caldearon el ambiente mientras un público vestido de luto riguroso, labios bermellón, cabellos estalagmíticos y cruces por pendientes comenzaba a llenar la plaza de toros de Las Ventas. A la una de la madrugada, después de tres horas de música intensa, los seguidores de The Cure, miméticos de la imagen de su cantante, Robert Smith, salían sudorosos con la convicción de haber asistido a un magnífico concierto.Bajo el lema La gira de la oración, The Cure finalizaron en Madrid su periplo español con una soberbia actuación. Envueltos en una penumbra permanente, con una sensación de irrealidad y lejanía, estáticos y enigmáticos, confirmaron que su música es una de las apuestas más creativas y originales, por la capacidad de adecuar una estética a sus canciones.

The Cure

Robert Smith (voz, guitarra eléctrica y acústica), Simon Gallup (bajo), Porl Thompson (guitarra eléctrica), Roger O'Donell (teclados), Boris Williams (batería). Joan Bibiloni y Shelleyan Orphan. Plaza de toros de Las Ventas. Madrid, 30 de junio.

Entidad propia

Esta adecuación permite al quinteto británico que los distintos elementos utilizados en su propuesta artística -iniciada hace 12 años "contra la falta de imaginación en la música moderna"- conformen un todo en el que música, sonido, luces e imagen adquieren una entidad propia e inseparable de la estética global. La música de The Cure recuerda a la primera psicodelia, con un concepto de la iluminación basado exclusivamente en tonos azules, verdes y rojos, con el humo como halo transparente. Este sentido de la luz en el escenario, único por lo imaginativo, permite que su pop críptico se desarrolle en un ambiente propicio.

Con un excelente sonido, etéreo y reberverante, sin el preciosismo de sus discos pero con mayor carga de tensión, The Cure presentaron su último disco, Desintegration, que resume su planteamiento musical: canciones basadas en tres acordes, sobre los que la voz de Robert Smith desarrolla unas melodías lineales y sencillas, con un peculiar sentido de reelaboración de lo básico. Frases simples de guitarras, bajo y teclados se entrelazan con un aire casi minimal, múltiples influencias -alguna con ecos orientales- y un barroquismo nuevo e imaginativo.

El espectro sonoro, especialmente mimado por el grupo, es otra de las características diferenciales de su música, y cada instrumento goza de una entidad propia, con matices oscuros de enorme y escondida riqueza. La sólida y escondida labor de Boris Williams a la batería y Simon Gallup al bajo personalizan la música de The Cure, con la creación de ritmos pesados, separados de lo convencional y fundamentales para que el estilo Cure haya conseguido una situación de privilegio en el panorama del pop actual.

Y por encima de todo, a medio camino entre arlequín posmoderno y clown tímido, distante y envuelto en sombras, está Robert Smith. Cantante inconfundible, compositor peculiar y dibujante de melodías, el británico plasma su atractivo en una imagen tan tierna, decadente y neoromántica como la música de The Cure. Tan difícil de explicar como el enigma de la melancolía en la bruma.

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