Editorial:

Amado enemigo

EL ENTUSIASMO manifestado en las calles de Bonn, y de otras ciudades, por la visita de Mijail Gorbachov no hace sino subrayar el hecho de que nos encontramos ante una mutación profunda de las relaciones no sólo entre dos Estados, sino entre dos pueblos. Esos aplausos expresaban el anhelo, compartido por otros ciudadanos europeos, de enterrar los odios y miedos de la guerra fría y de entrar en una nueva etapa de la historia europea caracterizada por el desarme efectivo y por la creación de un clima que favorezca los intercambios humanos, económicos y culturales.Los frutos de la visita superan a...

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EL ENTUSIASMO manifestado en las calles de Bonn, y de otras ciudades, por la visita de Mijail Gorbachov no hace sino subrayar el hecho de que nos encontramos ante una mutación profunda de las relaciones no sólo entre dos Estados, sino entre dos pueblos. Esos aplausos expresaban el anhelo, compartido por otros ciudadanos europeos, de enterrar los odios y miedos de la guerra fría y de entrar en una nueva etapa de la historia europea caracterizada por el desarme efectivo y por la creación de un clima que favorezca los intercambios humanos, económicos y culturales.Los frutos de la visita superan ampliamente las previsiones. La declaración política firmada por Kohl y Gorbachov -elaborada a lo largo de negociaciones que han durado casi un año- no es un documento protocolario. En ella, Gorbachov -por primera vez en un texto firmado conjuntamente con un país occidental- plasma el nuevo pensamiento que está en la base de su política exterior. Al reconocer que "el hombre, con su dignidad y sus derechos, y la preocupación por la supervivencia de la humanidad, deben ser el centro de la política", la URSS asume una concepción humanista que rompe con la idea tradicional de un mundo dominado por la lucha de clases y por el enfrentamiento entre socialismo y capitalismo. La declaración recoge una serie de posiciones coincidentes y soslaya las discrepancias: en el aspecto del desarme, la RFA no ha aceptado -para no desmarcarse de la OTAN- la tesis de Gorbachov favorable a la destrucción en Europa de todas las armas nucleares.

Por su carácter y contenido, el viaje de Gorbachov tiende a privilegiar las relaciones de Moscú con la RFA en el marco de una política continental ambiciosa cuyo objetivo principal es construir lo que Gorbachov denomina la casa común europea: el fin de la división de Europa. Un objetivo al que el presidente Bush dedicó las mejores frases del importante discurso que pronunció también -y no por casualidad- en la RFA hace tan sólo unas semanas.

Aunque significativas razones políticas -sobre todo el papel central que la República Federal de Alemania ocupa dentro de la OTAN y de la Comunidad Europea- explican la preferencia dada por Moscú a sus relaciones con Bonn, el motivo determinante de la opción hecha por Gorbachov es sin duda de índole económica. No es posible entender nada en la actual política exterior de la URSS si no se parte de la desastrosa situación económica en que se encuentra, y de la que sólo puede salir con sustanciales ayudas extranjeras en forma de créditos, inversiones, intensificación del comercio, empresas conjuntas, etcétera. La RFA es el país en mejores condiciones para responder a estas necesidades, y de hecho ha empezado a hacerlo ya en los últimos meses, después del viaje de Kohl a Moscú. En su actual visita, Gorbachov ha ofrecido garantías concretas a las empresas, y ha afirmado, ante los capitalistas alemanes occidentales, su voluntad de impulsar una economía abierta al exterior, pese a las enormes trabas heredadas del pasado.

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Este viaje de Gorbachov es el anuncio de nuevos fenómenos que van a determinar la evolución de nuestro continente y obligan a matizar las rígidas ideas que muchos han tenido de la construcción europea. La URSS aparece como un país debilitado por el caos económico, a la defensiva, en plena transformación, y que quiere, a pesar de los nubarrones que la amenazan, abrirse al exterior y a una economía de mercado. Al tiempo que se esfuma la imagen de la URSS como enemigo, es necesario cambiar una concepción antigua de la seguridad. La tendencia a desarrollar la cooperación y los intercambios con la URS S -y con el Este en general- no puede ser una exclusiva de la política de la RFA.

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