FERIA DE SAN ISIDRO

Entrar por la puerta grande, salir por la chica

JOAQUIN VIDAL,Roberto Domínguez entró ayer en Madrid por la puerta grande, y salió por la puerta chica. De esa entrada y esa salida tiene sendas culpas Don Roberto, él solito. Que nadie las achaque ni a fobias ni a filias, ni a buena ni a mala fortuna. Toreó bien un toro -entrada por la puerta grande-, mal otro -salida por la puerta chica-. Quizá bastaría decir que a uno lo toreó y a otro no lo toreó. Al que encontró bueno le embarcó las embestidas con gusto exquisito; al que no encontró bueno, se las ahogó astutamente.

Ahogar las embestidas es recurso de la tauromaquia moderna que la m...

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JOAQUIN VIDAL,Roberto Domínguez entró ayer en Madrid por la puerta grande, y salió por la puerta chica. De esa entrada y esa salida tiene sendas culpas Don Roberto, él solito. Que nadie las achaque ni a fobias ni a filias, ni a buena ni a mala fortuna. Toreó bien un toro -entrada por la puerta grande-, mal otro -salida por la puerta chica-. Quizá bastaría decir que a uno lo toreó y a otro no lo toreó. Al que encontró bueno le embarcó las embestidas con gusto exquisito; al que no encontró bueno, se las ahogó astutamente.

Ahogar las embestidas es recurso de la tauromaquia moderna que la mayoría de los coletudos contemporáneos emplean para evitarse la difícil empresa de parar-templar-mandar. Ese recurso no sólo lo empleó ayer -Roberto Domínguez en el sexto, despues de comprobar que no le cogía el temple, sino también José Luis Parada en el cuarto. José Luis Parada hizo toda la faena a ese toro sobre la mano derecha, salvo unos instantes sobre la izquierda, que apenas utilizó pues citaba pegadito a los pitones y así no podía haber embestida.

González / Parada, Vázquez, Domínguez

Toros: 3º y 4º de Manolo González, mansos y nobles; de Sánchez Dalp 1º, manso noble, y 5º, de gran presencia, bronco; 2º y 6º de Bernardino Giménez, flojos, con poca casta. Todos bien presentados, armados y astifinos, excepto 5º y 6º, sospechosos de pitones. José Luis Parada: bajonazo descarado (ovación y saludos); pinchazo bajo, dos pinchazos y estocada atravesada (ovación y saludos). Curro Vázquez estocada corta atravesada y descabello (algunos pitos); pinchazo, media atravesada perdiendo la muleta, rueda de peones, estocada corta baja, otra rueda de peones y cinco descabellos (bronca). Roberto Domínguez: estocada caída (oreja); tres pinchazos y descabello (ovación).Plaza de Las Ventas, 17 de mayo. Quinta corrida de la Feria de San Isidro.

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La codicia del toro se excita a distancia y ésa es la que mantuvo don Roberto en su faena buena. Desde los ayudados arqueando la pierna hasta los adornos pintureros, no hubo suerte que se echara en falta, ni embestida que no tuviera la respuesta del mando y del arte. Así es el toreo caro: el que convierte técnica y estética en un todo armonioso. Sometida la obra a análisis de laboratorio, las pruebas microscópicas delatarían que sobró pico en algunos muletazos, pero la afición estaba demasiado encandilada con la técnica, la estética y la armonía como para meter el ojo en tan incómodo artilugio.

Toreo de gusto interpretó también Parada; de alta categoría artística los ayudados y diversas series de redondos en sus dos toros. Cargarles la suerte, embrujarlos en el vuelo escarlata, dibujar el semicírculo, rematar detrás de la caera: así toreó. Luego, consumado el alarde, toreó de distinta especie: al hilo del pitón, la pierna contraria trasera, adelante el pico. Fueron licencias que aceptarán por otros pagos, pero en Madrid constituyen pecado mortal. Y en Madrid, la afición y la Virgen lo ven todo. Principalmente el pico.

Curro Vázquez no tuvo ocasión de usar picos. Dió unos torerísimos ayudados a su primero, no le gustó la embestida y abrevió. La bronquedad del quinto-tipo-buque aún le gustó menos y se lo quitó de en medio. Naturalmente se ganó la bronca. Bronca testimonial -por cierto-, nada enfurecida, pues el público de Madrid (y la Virgen) han visto muchas veces la torería de Curro Vázquez y se le quiere por eso.

Un caballo de picar caía cada vez que el toro le hacía pum, y se quedaba dormidín en el suelo. Un montón de monosabios no conseguía levantarle ni a palos ni dándole besos en la boca, y finalmente lo hicieron a brazo, para lo cual le desnudaron. Como le acaeció a la señora Encarnación cuando una ráfaga de aire le levantó el vestido y se le vió el padre Pacheco, quedaron al descubierto los faldones, bragazas y refajos que llevaba puestos. Dice el reglamento que el peto debe pesar 25 kilos y, sin embargo, aquel apenas podían auparlo ocho monosabios más El Pimpi, que es hombretón fornido. Entre resoplidos y ruidosas ventosidades de incierta procedencia, caballo y monosabios con el peto a la rastra hicieron mutis por la puerta grande. Y los toreros, por la chica.

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