FERIA DE SAN ISIDRO

'Qué quedrán's

A los dos primeros novillos se les pudieron cortar las cuatro orejas y en cambio lo que hubo fue silencio. No el silencio del limbo, pues la gente comentaba el extraño suceso de dos novilleros a la puerta de la alternativa, necesitados de triunfos, que no habían sabido torear sendos novillos pastueños. "¡Qué quedrán!", se preguntaban algunos castizos. La verdad es que ambos novilleros no habrían podido pedir nada que no hubiera en la plaza: llenazo, expectación máxima, público a favor, novillos tomando sin malicia las muletas, e implorandoque los torearan como las tauromaquias dictan y el sent...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

A los dos primeros novillos se les pudieron cortar las cuatro orejas y en cambio lo que hubo fue silencio. No el silencio del limbo, pues la gente comentaba el extraño suceso de dos novilleros a la puerta de la alternativa, necesitados de triunfos, que no habían sabido torear sendos novillos pastueños. "¡Qué quedrán!", se preguntaban algunos castizos. La verdad es que ambos novilleros no habrían podido pedir nada que no hubiera en la plaza: llenazo, expectación máxima, público a favor, novillos tomando sin malicia las muletas, e implorandoque los torearan como las tauromaquias dictan y el sentido común aconseja.Sobre todo el sentido común. Porque sólo dejando al margen el sentido común se podría entender que José María Plaza le metiera pico-picazo a un novillo suave, o que Juan Cuéllar, después de haber lanceado primorosamente de capa, fuera incapaz de cogerle el temple a otro de parecida categoría y se pusiera pesadísimo reiniciando tandas, pegando enganchones, ahogando embestidas. Juan Cuéllar debió creer que la tarde era suya. Ni se le ocurrió tomar en consideración que detrás de ese novillo quedaban otros cinco (más lainevitable propina de los sobreros) y que el público santo tendría que irse a cenar alguna vez. Cuando al fin le vino en gana concluir la faena (dicho sea en todas las acepciones del término) tomó el relevo José María Plaza y aburrió al personal.

Peñato / Cuéllar, Plaza, Ponce

Cinco novilos de Martín Peñato, desiguales de presencia, en general dieron juego; 6º sobrero de Camaligera, feote, manso e inválido, que sustituía a otro sobrero de La Ermita, asimismo inválido, como el titular devuelto al corral. Juan Cuéllar. estocada atravesada, rueda de peones -aviso con retraso- y dos descabellos (silencio); estocada corta atravesada y dos descabellos (silencio). José María Plaza: pinchazo hondo y estocada corta ladeada (silencio); media trasera y descabello (silencio). Enrique Ponce: estocada ladeada y dos descabellos (silencio); estocada caída (silencio). Plaza de Las Ventas, 16 de mayo.Cuarta corrida de la Feria de San Isidro.

Más información

Desmotivado tan tempranamente el público, culeaba inquieto sobre el duro asiento mientras iban apareciendo novillos de mucha presencia y poco gas. El tercero tenía la complicación de que tardeaba y cuando se decidía a embestir lo hacía con genio. Enrique Ponce exhibió algunos muletazos de excelente estilo, sin acertar a ligarlos. También era tardo el cuarto y además cabeceaba, lo que dio mérito a la voluntariosa porfia y al valeroso aguante de Cuéllar, que restó después poniéndose otra vez pesado. El quinto estaba inválido, acabó aborregado y Plaza repitió pico-picazo, destemplanza y sosería. Hay casos de obstinación que tienen dificil cura.

El sexto estaba inválido y lo devolvieron al corral; el sobrero también, y lo mismo. El segundo sobrero provocó las protestas del público por escurrido y por feo, y numerosos espectadores se indignaron tanto que arrojaron almohadillas al ruedo. Y pues el reglamento nada dice acerca de los novillos escurridos ni de los feos, ahora eran los taurinos quienes al ver a la afición tan alterada, se preguntaban: "¿Qué quedrán?". Pero el novillo no sólo era escurrido y feo: también era manso y, encima, inválido. O sea, que no había por donde cogerlo. Enrique Ponce intentó cogerlo en la suerte que llaman ayudado por bajo, y se le cayó patas arriba. La alterada afición no podía entender cómo empresa tan solvente y feria tan magna daban acogida a semejante birria. O lo entendía demasiado y entonces se ponía aún más furiosa. A algunos les iba a dar una alferecía, y para que no les diera, se desahogaban gritando "iChorizooos!". "¡Chorizooos!" es grito que desahoga mucho a la afición madrileña.

Pegaba pases Enrique Ponce al escurrido-feo-manso-inválido, y la afición se retiraba a cenar en perfecto orden, sin romper nada. Se retiraba en perfecto orden y sin romper nada gracias a que había gritado "¡Chorizooos!". "¡Chorizooos!" es uno de los más hermosos vocablos de la lengua castellana, con propiedades terapéuticas, que haría mucho bien en Europa; por ejemplo, a los hoolligans. Y si lo pronunciaran "¡Chourizooos!", es que lo decían en gallego.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En