Tribuna:

Guiños estratégicos

La espectacular relajación de las tensiones internacionales impulsada por la perestroika de Mijail Gorbachov ha sacado bruscamente a la luz un tema fundamental: la nueva propuesta del Pacto de Varsovia sobre la reducción de los misiles de corto alcance.Por una parte, Occidente (sobre todo EE UU) no parece dispuesto a creerse la buena voluntad de la Unión Soviética. Como dice Stanley Hoffmann, cuanto más se retiran de Europa los soviéticos, más siniestra amenaza ven en ello los miembros de la OTAN; de tal modo que se llegará al absurdo de que, cuando la URSS se haya retirado completament...

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La espectacular relajación de las tensiones internacionales impulsada por la perestroika de Mijail Gorbachov ha sacado bruscamente a la luz un tema fundamental: la nueva propuesta del Pacto de Varsovia sobre la reducción de los misiles de corto alcance.Por una parte, Occidente (sobre todo EE UU) no parece dispuesto a creerse la buena voluntad de la Unión Soviética. Como dice Stanley Hoffmann, cuanto más se retiran de Europa los soviéticos, más siniestra amenaza ven en ello los miembros de la OTAN; de tal modo que se llegará al absurdo de que, cuando la URSS se haya retirado completamente, la OTAN asumirá que su ataque es inminente.

En segundo lugar, dos superpotencias tienen a su disposición tal arsenal de armas nucleares que, con apretar un botón, podrían destruir, no ya la Tierra, sino el sistema solar si se les pusiera a tiro. La posibilidad de una conflagración nuclear en esas circunstancias de "destrucción mutua asegurada" (lo que los angloparlantes llaman mad, acróstico que leído directamente quiere decir "loco"), simplemente no resulta creíble, al igual que no lo es el concepto de respuesta flexible. Este recurso progresivo a armas nucleares a medida que las convencionales van siendo menos eficaces ni siquiera ha tentado a las grandes potencias cuando les iba mal en Vietnam o Afganistán. Se trata de futuribles, claro, pero recuerdan al francés que se paseaba por los Campos Elíseos dando palmadas; interrogado sobre el motivo de ello, respondió que era para ahuyentar elefantes. .¡Pero no hay elefantes en París!". "Eficaz, ¿eh?".

Hace días, Howe, ministro de exteriores británico, afirmó en Londres que, a medida que crece el peso estratégico de Europa en la OTAN y se relajan simultáneamente las tensiones continentales, la firmeza en el compromiso defensivo de los socios europeos de la Alianza les pone frente a la necesidad de tomar decisiones impopulares de rearme. Quería decir, claro está, que la teoría de respuesta flexible ante un ataque soviético -concepto básico de la disuasión- sigue vigente mientras sigan en pie los dispositivos de confrontación Este-Oeste. Ello, a su vez, exige que los misiles de corto alcance -las primeras armas nucleares que se utilizan en la respuesta flexible- sean mantenidos en buen orden de funcionamiento. Y esto quiere decir modernizar los misiles Lance estacionados en la RFA.

Ello nos coloca en el centro de una polémica que divide a la OTAN. Los 88 Lance tienen un alcance de 130 kilómetros. Enfrente, sobre todo en la RDA, hay 1.400 cohetes de similar radio de acción. Quiere ello decir que, en caso de guerra, los misiles caerán fundamentalmente sobre cabezas alemanas. Y las cabezas alemanas, lógicamente, se resienten.

Los nuevos Lance

Como los Lance se habrán que dado anticuados en 1995, deben ser modernizados, léase reemplazados. Se prevé que los nuevos Lance tendrían un alcance de algo menos de 500 kilómetros. En la OTAN se suponía que el Gobierno federal alemán iba a dar su aquiescencia a la modernización. Repentinamente, sin embargo, el canciller Kohl, enfrentado con una dramática pérdida de popularidad a manos de las izquierdas y de la extrema derecha, comprendió que una decisión de modernizar el armamento nuclear le haría perder las elecciones generales de 1991. Alemania Occidental se encontraría probablemente con un Gobierno de tendencia claramente pacifista y, por ende, contrario, además, a reinstalar los nuevos Lance. Por si fuera poco, los socios de coalición de Kohl -los libera les del ministro de exteriores, Genscher- no quieren ni oír hablar de modernización de armamento atómico, porque juegan a pisar a fondo el acelerador del entendimiento con el bloque socialista. De momento, y curándose en salud, el canciller cambió la semana pasada a ocho de sus ministros por ver de atraerse al sector más derechista de la opinión pública alemana. Al tiempo, ha dicho que no acepta la modernización, de los misiles.

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Los países del Pacto de Varsovia propusieron la semana pasada a los Gobiernos de la OTAN negociar la reducción de las armas nucleares tácticas en Europa. No, dijeron los aliados occidentales: esta tercera opción cero está muy bien, pero que empiecen los socialistas por reducir sus misiles de corto alcance, que para eso tienen 14 veces más. Bueno, dijo Kohl, eso está muy bien, siempre y cuando no haya que tomar decisión sobre los Lance. EE UU y el Reino Unido siguen rígidos a diestro y siniestro: en la reunión del Grupo de Planes Nucleares de la OTAN, el nuevo secretario de Defensa norteamericano insistía anteayer en "la importancia de seguir adelante con la modernización".

La letra pequeña es que como no tiene mucha importancia retrasar la decisión de modernización hasta 1992, la OTAN, manteniendo la presión sobre el Pacto de Varsovia, fuerza el desarme (sobre todo el convencional), mientras el bloque socialista, haciendo ofertas pacíficas, desconcierta a los occidentales. Un conjunto de guiños; mientras tanto, quien gana es la paz.

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