Crítica:JAZZ

El factor humano

Hugh Masekela ha podido ser conocido en nuestro país y su nombre atrajo a un público, que llenó el auditorio del San Juan Evangelista, en buena disposición a celebrar una nueva fiesta. Si el día anterior la banda de Louis Moholo pudo ofrecer un jazz vigoroso, refrescante y combativo, Hugh Masekela presentó su trabajo, en el entusiasmo, más cercano a la nueva música que nació en Soweto hace 30 años, el encuentro de la tradición zulú, la tradicion xhona, con los ritmos afroamericanos. Su concepción musical -no sólo sus raíces- es más próxima al mbaquanga, la explosión de ira...

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Hugh Masekela ha podido ser conocido en nuestro país y su nombre atrajo a un público, que llenó el auditorio del San Juan Evangelista, en buena disposición a celebrar una nueva fiesta. Si el día anterior la banda de Louis Moholo pudo ofrecer un jazz vigoroso, refrescante y combativo, Hugh Masekela presentó su trabajo, en el entusiasmo, más cercano a la nueva música que nació en Soweto hace 30 años, el encuentro de la tradición zulú, la tradicion xhona, con los ritmos afroamericanos. Su concepción musical -no sólo sus raíces- es más próxima al mbaquanga, la explosión de ira y de alegría en el gheto, que dé algo que abra camino en el territorio que entendemos como jazz. No resulta muy operativo acercarse a su música desde lo que se podría llamar, valga el exceso, criterios jazzisticos. Es nueva música africana la que practica, con una banda eficiente y una capacidad mostrada de conjunción de aciertos absolutos con más de un desatino, no ya en el flirteo con la discoteca sino en la muy desigual opción de gusto en la definición de los materiales. Fuerza, intensidad, invitación al baile y también más de un pasaje por los vericuetos de la ramplonería.

Hugh Masekela and Company

Colegio Mayor San Juan Evangelista.Madrid, 18 de diciembre

Capacidad de comunicación

Masekela dirige hoy un octeto de músicos africanos y estadounidenses en condiciones de interpretar su música, instrumental y vocal, con una gran capacidad de comunicación, de captación inmediata. La entrada de la banda fue acorde y prometedora, y en el segundo tema pudieron dejar ya clara su concepción de los clímax. Luego empezaron a bajar y se pudo llegar a sentir un no muy cabal afro-latin con Morris Golberg, el surafricano blanco parecido a un personaje de Grahain Greene, en largos pasajes a la flauta piccolo. Pero todo volvió a coger la fuerza del canto del guerrero: la voz de Hugh Masekela, más personal que su trompeta y su fiscornio, la guitarra de John Blackie Selolwane, el constante trabajo de Damon Duewhite, baterista de Pensilvannia, responsable de toda la fuerza rítmica del grupo.Así llegaron a Stimela (Coal Train), composición claramente feliz de Masekela, la canción del tren de los trabajadores negros, los sucesivos dulces fraseos en los solos hasta llegar a la explosión vocal. Una versión tan magnífica como la que aquí pudimos conocer en disco, grabado en directo en el SOB's de Nueva York, que entonces pudimos entender como un momento único.

El turno de bises sirvió para los homenajes. Lady, el tema del nigeriano Fela Anikulapo Kuti, y la composición dedicada a Nelson Mandela, de su último disco. Desde el escenario y desde el público se pidió libertad para Suráfrica y el cese de las relaciones económicas de España con el país del apartheid. A este tema se dedicaron estas jornadas en las que se llamaba a la música y a la solidaridad; el factor humano. A él remite la singular voz de Masekela.

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