Crítica:9º FESTIVAL DE JAZZ DE MADRID

Tan bella en el espejo

Jim Hall y los suyos empezaron -cielos, ellos también con una pieza atmosférica y zaragaterilla, de ésas que vuelven locos a los partidarios del sello GRP. Menos mal que siguieron con My romance y Scrapple from the apple, y la cosa cambió.Con eso y poco más, Jim Hall completó una actuación formidable. Para convencer, a Jim Hall le basta su sabia alternativa de líneas y acordes. Guitarrista de vieja escuela, no gasta cueros de moderno ni gualdrapas de posmoderno. En lugar de melena al viento, luce calva de sabio atómico.

Claro que, para compensar, el grupo tiene al pianista Gil Go...

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Jim Hall y los suyos empezaron -cielos, ellos también con una pieza atmosférica y zaragaterilla, de ésas que vuelven locos a los partidarios del sello GRP. Menos mal que siguieron con My romance y Scrapple from the apple, y la cosa cambió.Con eso y poco más, Jim Hall completó una actuación formidable. Para convencer, a Jim Hall le basta su sabia alternativa de líneas y acordes. Guitarrista de vieja escuela, no gasta cueros de moderno ni gualdrapas de posmoderno. En lugar de melena al viento, luce calva de sabio atómico.

Claro que, para compensar, el grupo tiene al pianista Gil Goldstein, a quien parece que se le ha posado un borrego en la cabeza o le han regalado un bisoñé tres tallas mayor. Como solista, Goldstein es otro Bill Evans, y ya hemos perdido el cómputo de cuántos van. Lo mejor que tiene son los comentarios que intercala en los solos de los otros músicos. En sus diálogos con la guitarra de Jim Hall hubo encuentros y desencuentros, pero esto no quiere decir nada malo, y sí una cosa buenísima: que no había trampa, que aquello era improvisado, jazz auténtico, admirable pese a la molesta presencia de un ruidito insidioso, como si alguien se hubiese dejado abierta la puerta de la nevera. Hall tiene la inteligencia de dar tanto espacio como a Goldstein, o más, al bajista Steve LaSpina. Y éste, con un cacharro que semeja ancla de paquebote o ballesta de Guillermo Tell, cumple su parte estupendamente, porque es un gran músico. Victor Lewis, uno de los baterías-comodín del festival, dio una lección de adaptabilidad acompañando de forma totalmente distinta a como lo hizo con J.J. Johnson.

Jim Hall

Phil WoodsTeatro Alcalá Palace, 11 de noviembre.

Phil Woods actuó en la segunda parte. Con el trompeta Tom Harrell, el pianista Hal Galper, el bajo Steve Gilmore y el batería Bill Goodwin, Woods forma desde hace seis o siete años el mejor grupo pequeño de jazz. Más tiempo lleva siendo el saxo alto número uno, y es difícil que pierda la posición, porque mejora de día en día. Cada nota le sale redonda, potente y lustrosa como el berrido de una y Madonna. Es una sonoridad orgullosa, que se contempla a sí misma y se ríe de verse tan bella en el espejo. Respecto a la anterior actuación de Woods en Madrid, hace dos años, esta vez hubo micrófonos, porque la televisión grabó el concierto. Se dio más cancha a las composiciones de Hal Galper -muy bonita la denominada Weaver-; Tom Harrell, con su desvalido aspecto, se lució al fliscorno en una emocionada versión de The touch ofyour lips- Gilmore y Goodwin estuvieron perfectos durante toda la sesión y salvaron la propina, un tema afiamencado y bastante tópico en el que Woods tocó el clarinete.

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