Crítica:MÚSICA

Por debajo de las partes

IbermcàmeraEl segundo concierto de la temporada de Ibercámera sirvió para demostrar un viejo axioma del mundo concertístico: no siempre la suma de buenos elementos da un resultado superior a las partes.La otra noche había, efectivamente, partes que justificaban ampliamente el hecho de acudir a este concierto. La Orquestra Ciutat de Barcelona se halla en un momento interesante, de franca recuperación, y no hace falta volver a, insistir sobre la capacidad de Edinon Colomer, uno de los valores más sólidos de la última generación de directores de este país.

Si a ello se añade la pres...

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IbermcàmeraEl segundo concierto de la temporada de Ibercámera sirvió para demostrar un viejo axioma del mundo concertístico: no siempre la suma de buenos elementos da un resultado superior a las partes.La otra noche había, efectivamente, partes que justificaban ampliamente el hecho de acudir a este concierto. La Orquestra Ciutat de Barcelona se halla en un momento interesante, de franca recuperación, y no hace falta volver a, insistir sobre la capacidad de Edinon Colomer, uno de los valores más sólidos de la última generación de directores de este país.

Si a ello se añade la presencia de una mezzo como Agnes Baitsa, se concluirá que la convocatoria poseía, sobre el papel, innegables atractivos.

Agnes Baitsa y Orquestra Ciutat de Barcelona

Director: Edinon Colomer. Obras de Fauré, Ravel y Berlioz. Palau de la Música, Barcelona, 1 de noviembre.

Y sin embargo el concierto no llegó a cuajar, entre otras cosas por desequilibrio del programa. Una primera parte orquestal integrada por Pélleas et Mélisande, op. 80, de Fauré, y de Ma mère l'oie, de Ravel, corre el riesgo, por sus respetables dimensiones, de hacer que la segunda sepa a poco, incluso cuando incluye un ciclo de canciones de tan ardua ejecución para la voz como Les nuits d'été, op. 7, de Berlioz. Bien es cierto que Agnes Baltsa tuvo momentos sublimes; por poner un ejemplo, tejió el final de Le spectre de la rose con un fiato absolutamente antológico.

Pero ello no bastó para conferir unidad a una velada de música francesa ejecutada con corrección, pero que en ella misma encontró su propio límite.

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