Crítica:CINE

Región tiene rostro

Para Antonio Isasi, que ha ido espaciando sus películas y desde mediados los años sesenta ha dedicado sus esfuerzos como director-productor a fabricar películas de gran espectáculo y espíritu apátrida -Estambul 65, Las Vegas 500 millones o El Perro transcurrían en un mundo que sólo existe en el cine-, llevar a la pantalla El aire de un crimen no parece algo así como un desideraJum profesional porque ni hay mucha acción ni el reparto requiere estrellas internacionales ni es posible plantearse el relato como un mecanismo que va desgranando sustos y sorpresas con regularidad....

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Para Antonio Isasi, que ha ido espaciando sus películas y desde mediados los años sesenta ha dedicado sus esfuerzos como director-productor a fabricar películas de gran espectáculo y espíritu apátrida -Estambul 65, Las Vegas 500 millones o El Perro transcurrían en un mundo que sólo existe en el cine-, llevar a la pantalla El aire de un crimen no parece algo así como un desideraJum profesional porque ni hay mucha acción ni el reparto requiere estrellas internacionales ni es posible plantearse el relato como un mecanismo que va desgranando sustos y sorpresas con regularidad. Pero sí hay en la adaptación de la novela de Juan Benet un reto de los que gustan a Isasi: visualizar Región.Para este director es algo nuevo, una variante de esa técnica que le permitía convertir Barcelona en Budapest o Estambul, según conviniera. Región, aunque exista un mapa escala 1:150.000 que nos sitúa cada uno de sus pueblos, minas o montañas, aunque sepamos que Bocentellas está situada en el margen derecho del río Torce, en una zona minera, a una altitud más que considerable, aunque, sobre el papel, lo sepamos casi todo -incluida la historia y los mitos que la acompaiffan- de ese mundo inventado por el escritor, lo cierto es que su geograflia nunca había tomado cuerpo, se conformaba con existir de un modo distinto en la cabeza de cada lector, mientras que ahora, de la mano del cineasta, el fuerte de San Mamud, la fonda de Macerta, los pelados piedemontes del Hurd o la fuente de la plaza de Bocentellas son lugares concretos, extraídos de la realidad aragonesa y catalana y sometidos a las leyes del montaje, que permiten que el plano general de una plaza se haya tomado en Calatayud mientras cada uno de los planos de detalles, esos que muestran al protagonista bajando de la misma camioneta que antes hemos visto pasar frente a los soportales, se hayan rodado en el barrio marinero de la Barceloneta.

El aire de un crimen

Director: Antonio Isasi4sasmendi. Intérpretes: José María Mazo, Fernando Rey, Maribel Verdú, Germán Cobos, María José Moreno, Miguel Rellán, Francisco Rabal y Pedro Beltrán. Guión: A. Isasi-Isasmendi y Gabriel Castro, basado en la novela hornónirna de Juan Benet. Fotografia: Juan Gelpí. Música: Francisco Aguarod y Luis Fatás. Española, 1988. Estreno en `Madrid: cines Callao y Carlos III.

Trama político-policiaca

Este nacimiento cinematográfico de Región no es equivalente al de cualquier otro territorio que, antes de existir en la pantalla fue descrito por la literatura. Ista muy a menudo, nos remite a lugares reales y en pocas ocasiones lo hace con la precisión y la terminología técnica de la prosa benetiana. Tampoco todos los escritores son tan fieles a unos lugares y los van enriqueciendo novela tras novela, sin hacerlos crecer pero dotándoles de un pasado más complejo.

En el caso de El aire de un crimen, Región es el marco de una historia policiaca de corte rural, emparentada con un crimen célebre que ya tuvo su película, la estupenda El extraño viaje. Se trata de averiguar la identidad de un muerto y de explicarse lo sucedido. En su adaptación, Isasi ha preferido potenciar las implicaciones político-inmobiliarias del asesinato y acabar de tal maneraque lo inicialmente oscuro y misterioso encajara ahora con la limpieza de las piezas de un puzzle. No siempre la fotografía -demasiado plana- hace justicia a las localizaciones y personajes, como tampoco el empeño de conservar siempre el mismo encuadre para determinados lugares sabe lo bastante a austeridad estilística, de manera que más bien se intuye la existencia de una precariedad económica que se opta por camuflar de virtud narrativa.

El final, que conceptualmente es un acierto, agradecería unos encadenados que aligeraran la repetición sin privarnos de la sensación de verla con nuevos ojos. Son defectos que van todos en la misma dirección, en darle a El aire de un crimen un aire un tanto polvoriento, de película que no sólo transcurre en la década de los cincuenta sino que también parece haber sido rodada entonces, en la que el virtuoso entramado de planos acaba por ser más importante por cómo está tejido que por su capacidad para arropar o dejar en total desamparo a unos personajes y una historia.

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