Esplendor del baile

Baile, baile puro, todo baile. Baile imaginativo, de una gran originalidad, que se despega desde el primer momento de cualquier tentación hacia lo rutinario o lo tópico del flamenco. Pero Carmen Cortés es, ciertamente, una de las pocas bailaoras capacitadas para un empeño de esta naturaleza. Un espectáculo en que el baile es el protagonista y con Carmen permanentemente actuando, exige realmente un esfuerzo fuera de lo normal. Si, además, quien lo realiza nos está brindando un arte eminente, bellísimo, fascinante en ocasiones, es obvio que hemos asistido a un espectáculo realmente...

Baile, baile puro, todo baile. Baile imaginativo, de una gran originalidad, que se despega desde el primer momento de cualquier tentación hacia lo rutinario o lo tópico del flamenco. Pero Carmen Cortés es, ciertamente, una de las pocas bailaoras capacitadas para un empeño de esta naturaleza. Un espectáculo en que el baile es el protagonista y con Carmen permanentemente actuando, exige realmente un esfuerzo fuera de lo normal. Si, además, quien lo realiza nos está brindando un arte eminente, bellísimo, fascinante en ocasiones, es obvio que hemos asistido a un espectáculo realmente excepcional.Salvo dos o tres nombres, nadie hay capaz de interpretar, con la clase con que lo hace Carmen Cortés, un tan amplio abanico de bailes flamencos. No sólo los que podemos considerar clásicos, los de siempre -siguiriyas, soleares, alegrías, bulerías, el taranto, el polo-, sino otros que quizá (no quisiera equivocarme) se bailan por primera vez, como la malagueña, la cartagenera o la granaína. Son géneros libres musicalmente, sin un compás, sin un ritmo, sin otra apoyatura casi para convertirlos en baile que la propla inspiración del bailaor o la bailaora. Carmen lo hizo todo a un nivel de excelencia.