La imaginación jubilada
En el cine todavía los criterios industriales pesan mucho más que los artísticos. Lo demuestra la jubilación forzosa -retirada de créditos por las compañías de seguros a los filmes dirigidos por ellos- que amenaza a los cineastas cuando llegan a edades avanzadas, pese a que precisamente por sus años puedan dar1o mejor de sí mismos.Fritz Lang tuvo que volver a Europa hacia la mitad de los años 50 para poder hacer La tumba india; Ford luchó lo indecible para poder realizar Siete mujeres, su ultimo filme, que parece por su frescura el primero; Von Sternberg realizó su...
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En el cine todavía los criterios industriales pesan mucho más que los artísticos. Lo demuestra la jubilación forzosa -retirada de créditos por las compañías de seguros a los filmes dirigidos por ellos- que amenaza a los cineastas cuando llegan a edades avanzadas, pese a que precisamente por sus años puedan dar1o mejor de sí mismos.Fritz Lang tuvo que volver a Europa hacia la mitad de los años 50 para poder hacer La tumba india; Ford luchó lo indecible para poder realizar Siete mujeres, su ultimo filme, que parece por su frescura el primero; Von Sternberg realizó su Saga de Analahan artesanalmente; Billy Wilder sueña inutilmente con volver detrás de las cámaras; Joseph Mankiewicz, otro tanto. La lista de espera de los viejos cineastas jubilados por decreto industrial es larga. John Huston logró salir de ella y con Dublineses hizo una de sus mejores películas.
A Antonioni y Kurosawa se les consideraba ya muertos para el cine. Pero, poco a poco, en los criterios industriales se abren grietas y por ellas se han colado estos dos maestros, que, en la cercanía de los 80 años, tienen ocasión de dar la medida, tal vez la última, de su talento. Vencer a estas jubilaciones forzosas es una victoria del lado luminoso del cine sobre su lado sombrío.