FERIA DE SAN ISIDRO

Figurines

Dicen que si saliera el toro-toro para todos por igual, el escalafón de matadores experimentaría tales cambios que no habría quien lo. reconociera. Seguramente es cierto. Pero no es menos cierto, señores del jurado, que si la tora al estilo Jandilla saliera también para todos, ocurriría exactamente lo mismo. Porque los figurines que suplantan la categoría de figuras del toreo, con el toro, ni pueden ni se atreven, según está demostrado, y a la tora no la saben torear.Las figuras del toreo siempre exigían la comodidad y, conseguida, podían explayar su discurso sin mayores traumas. Consistía el ...

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Dicen que si saliera el toro-toro para todos por igual, el escalafón de matadores experimentaría tales cambios que no habría quien lo. reconociera. Seguramente es cierto. Pero no es menos cierto, señores del jurado, que si la tora al estilo Jandilla saliera también para todos, ocurriría exactamente lo mismo. Porque los figurines que suplantan la categoría de figuras del toreo, con el toro, ni pueden ni se atreven, según está demostrado, y a la tora no la saben torear.Las figuras del toreo siempre exigían la comodidad y, conseguida, podían explayar su discurso sin mayores traumas. Consistía el discurso en hacer el toreo hondo, los que iban de maestros por la vida; el exquisito, los que de artistas; el tremendista, los que de suicidas. A Antonio Bienvenida -¡en pie!- le salía una tarde de mayo en Las Ventas la tora al estilo Jandilla de ayer, y editaba la enciclopedia del toreo, a cinco colores y con cantos en oro; a Pepe Luis, y recreaba la Giralda; acongoja el alma confesar, señores del jurado, que era a El Cordobés a quien le salía la tora, y ponía la plaza boca abajo. En cambio el discurso de los figurines de ahora, dos de cuyos más caracterizados representantes pisaron ayer el ruedo venteño, es tartamudo, ignoran la sintaxis, carecen de vocabulario, no tienen ni voz.

Jandilla / Manzanares, Ojeda, Oliva

Toros de Jandilla, tres primeros indecorosos, restantes con trapío, muy flojos. Manzanares: dos pinchazos (pitos); pinchazo bajísimo a toro arrancado, tres pinchazos bajísimos más y dos descabellos (pitos). Fue despedido a almohadillazos. Paco Ojeda: estocada corta trasera tendida (algunos pitos); estocada corta trasera baja (silencio). Emilio Oliva: pinchazo y estocada corta trasera atravesada baja (silencio); pinchazo perdiendo la muleta, media atravesada -aviso- y descabello (vuelta con algunas protestas). Plaza de Las Ventas, 1 de junio. 20ª corrida de feria.

Más información

Los figurines exigieron para ayer, la empresa compró, los veterinarios aprobaron, el presidente bendijo tres toras absolutamente indecorosas que provocaron la indignación del público. Pero qué les importará el público. Si dicen, que digan. Ahí está Manzanares que lleva 10 años imponiendo en Madrid la tora (la empresa comprándola, los veterinarios aprobándola, el presidente bendiciéndola, el público desgañitándose de indignación) y para colmo no ha sido capaz de cortarle ni una oreja a ninguna.

Tenía Manzanares un especial compromiso ayer en Madrid, después de escandalosa la suspensión del pasado día 24, en la que responsable. Por una vez y sin que sirviera de precedente tenía el compromiso de acudir con responsabilidad de figura del toreo, a la cita con un público que en aquella ocasión se sintió estafado y que, lógicamente, habría de recibirle con hostilidad. Pero no es figura de nada, es figurín, él mismo se encargó de demostrarlo, acudiendo a la cita igual que siempre en los últimos diez años sin toro, con tora, al aire de su estilo peculiar -cite de perfil, pico, correr- que es la degradación del arte de torear.

Paco Ojeda, otro figurín, cuando cita es el parto de los montes. Despatarrado, grandilocuente, da la sensación de que cuando venga el pase será el fin del mundo, y lo que viene es un pedazo de pico al pitón de allá, la pierna contraria perdida atrás, un disimulo colocándose fueracacho, y si la tora va buena, la hace girar al corro-la-patata.

Emilio Oliva liquidó al abecerrado tercero, que protestaba el público, y al sexto le hizo una faena larguísima, con manifiesto propósito de torear al clásico estilo, aunque sin conseguirlo, excepto en varias tandas de redondos. El toreo no acaba de entrarle a Emilio Oliva, que continúa en la fila de los voluntariosos.

El primer toro daba la sensación de fumado. Los tres últimos, que tenían trapío, padecían sospechosa invalidez. Segundo y tercero no valían ni para novillada. La afición coreaba miaus y gritaba que aquello era un atraco. Don Mariano agitaba furioso el reglamento y le daba la tos. Los veterinarios silbaban El sitio de Zaragoza. Juan Font hacía el Don Tancredo en el palco presidencial. Y, en fin, los figurines, que no se atreven con el toro ni saben torear la tora, tampoco llenaron la plaza. Qué bueno lo suyo.

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