SITGES TEATRE INTERNACIONAL

Muteki-Sha abrió el festival con una larga y reiterativa pieza de danza 'butoh'

Debido a la suspensión del estreno de Zombi, de Zotal Teatre, a causa de la lluvia, la 20º edición del festival de teatro de Sitges, rebautizado desde el año pasado como Sitges Teatre Internacional, se inició el jueves con Sueno y reencarnación desde la tierra vacía, de la compañía japonesa Muteki-Sha, dirigida por Natsu Nakajima, alumna de dos de los míticos maestros de la danza butoh, Tatsumi ljikata y Kazuo Oono. El espectáculo resultó largo y reiterativo, lejos de esa fascinante tensión emotiva que nos descubrió hace años Oono. Sin embargo, hubo algunos momentos bellísimos.

ENVIADO ...

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte

Debido a la suspensión del estreno de Zombi, de Zotal Teatre, a causa de la lluvia, la 20º edición del festival de teatro de Sitges, rebautizado desde el año pasado como Sitges Teatre Internacional, se inició el jueves con Sueno y reencarnación desde la tierra vacía, de la compañía japonesa Muteki-Sha, dirigida por Natsu Nakajima, alumna de dos de los míticos maestros de la danza butoh, Tatsumi ljikata y Kazuo Oono. El espectáculo resultó largo y reiterativo, lejos de esa fascinante tensión emotiva que nos descubrió hace años Oono. Sin embargo, hubo algunos momentos bellísimos.

ENVIADO ESPECIAL, El butoh, a pesar de que no llegó a nuestros escenarios hasta esta misma década, goza de una notable y fiel audiencia, sobre todo gracias a los espectáculos que en su día presentó el célebre y prodigioso Oono o las diversas giras realizadas por la fascinante compañía Sankai Juku. Alguien, quizás en estas mismas páginas, hace tiempo, tras una actuación de Oono en París, escribió algo así como que, ante la intensa y emotiva expresidad del butoh, la danza clásica occidental quedaba reducida a un mero ejercicio de acróbatas. Para otros, seguramente, el butoh no sea más que algo así como un flamenco enharinado, ralentizado y mortecino.Con respecto a la danza clásica occidental, el butoh se diferencia esencialmente por el desplazamiento de los centros de energía y expresión hacia las zonas marginales del cuerpo y por tratarse de un movimiento intenso hacia adentro. De aquí, por ejemplo, esa imagen persistente de los ojos cerrados, a lo sumo parpadeantes, porque se trata de una mirada hacia el interior. Algo así como la sonrisa de la muerte o de la eternidad.

Físicamente, toda esta tensión dolorosa, todo este movimiento angustioso, se manifiesta a través de una dura lucha entre la tierra y el aire, entre la vida y la muerte, entre el presente y el pasado que, inevitablemente, se convierte en futuro, porque "todas las cosas tienen un destino que ha de tomar forma después de imitar una vida anteriormente establecida". Y toda esta tensión dramática se acumula en las manos, en los gestos y muecas del rostro y en los pies. Sobre todo en los pies, centro energético de ese conflicto ontológico es donde se concentra especialmente toda esa tensión del butoh. "Admiro a nuestros antepasados" dice Natsu Nakajima, "porque se preocuparon del sentimiento en las plantas de sus pies".

En el espectáculo de MutekiSha, excesivamente largo y reiterativo, hubo sin embargo algunos momentos bellísimos, en los que la danza butoh aparecía, como dice Nakajima, "sucinta, sutil, delicada, lírica e inocente". Pero, por ejemplo, nos sobraba toda esa artificiosa y efectista iluminación, que desdibujaba el íntimo patetismo de las mejores escenas de esos dos cuerpos ensoñados, solidarios con el más allá de los muertos.

Este año, una modesta ola de optimismo parecía haber llegado a la playa del festival de Sitges, básicamente, por dos motivos. Uno, la aparente mejor disposición institucional, y el otro, la mayor coherencia de la programación y de la filosofia del festival, rebautizado desde el año pasado como Sitges Teatre Internacional (STI). Es más moderno, evidentemente. Con todo esto, sin embargo, la sombra del tradicional escepticismo seguía planeando como una urraca de mal agúero por los cielos de este certamen que ahora cumple 20 ediciones. Y ello por razones finalmente económicas.

El director, Toni Cots, reclamaba que de cara a 1988 se doblara el presupuesto, es decir, pasar de los 27 millones del año pasado a una cifra próxima a los 50. Al final ha quedado un presunto de 24 millones que se reparten de la siguiente manera: 7,5 para las compañías programadas; seis millones para infraestructura y equipo técnico, y el resto se va en gastos de organización, promoción y etcétera.

Nuevo local

Por lo tanto, no ha sido posible ni una sola producción o coproducción. Y lo del local nuevo se ha resuelto a medias. Si bien no ha sido posible construir un espacio especialmente pensado para este festival, "sí que hemos encontrado un local", señala Cots, "los sótanos del Apart-Hotel Mediterráneo que este año aún usaremos de forma precaria. Como espacio, este local está bastante bien, y por lo que respecta a seguridad, también. Nuestra intención es convertirlo en una sala estable, que tanto pueda servir para el festival de teatro como para el de cine. Es un local con muchas posibilidades, que como espacio tiene unas condiciones bastantes satisfactorias que lo hacen susceptible de convertirse en una sala polivalente".En todo caso, ya desde el principio han existido graves problemas organizativos, como el desajuste horario que impidió que los que vieron a Muteki-Sha llegaran a tiempo a la representación del Odin Teatret.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Archivado En