Crítica:CINE / 'EL TÚNEL'

Los herméticos muros del infierno

¿Cómo adaptar al cine un texto literario célebre? La pregunta viene repitiéndose desde que los hermanos Lumière dieron a conocer el invento que, si en un principio no tenía futuro, luego se ha convertido en el mejor y más popular medio de divulgación de ficciones. El patrimonio literario ha sido desde entonces sistemáticamente saqueado con fortuna desigual y de cuando en cuando alguien ha inventado alguna máxima o principio que ha valido como dogma hasta que la realidad lo ha desbaratado. Por ejemplo, el adjetivo literario, aplicado al cine, tiene casi siempre una connotación peyorativa que ap...

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¿Cómo adaptar al cine un texto literario célebre? La pregunta viene repitiéndose desde que los hermanos Lumière dieron a conocer el invento que, si en un principio no tenía futuro, luego se ha convertido en el mejor y más popular medio de divulgación de ficciones. El patrimonio literario ha sido desde entonces sistemáticamente saqueado con fortuna desigual y de cuando en cuando alguien ha inventado alguna máxima o principio que ha valido como dogma hasta que la realidad lo ha desbaratado. Por ejemplo, el adjetivo literario, aplicado al cine, tiene casi siempre una connotación peyorativa que apenas esconde un elogio de la incultura. Otro tópico: de las buenas novelas salen malas películas, pero de las malas novelas pueden surgir estupendas cintas. Eso, aplicado a Orson Welles, u a capaz de darle una dimensión shakespeariana a Shakespeare, pero también, si hubiese hecho falta, a Sautier Casaseca, es una tontería. Como lo es después de ver cómo el viejo Huston hace suyo el Joyce de The dead, de enterarse del propósito buñueliano de rodar una versión de La casa de Bernarda Alba con Bernarda como jefa de un barco ballenero o de contemplar el trabajo de Antonio Drove para convertir el magnífico relato de Ernesto Sábato en un filme coherente consigo mismo y con el material que lo ha inspirado. Todo vale si se hace bien, pero ¿qué ha hecho Drove?El túnel es una narración en primera persona, una rememoración que arranca con uno de los mejores comienzos de novela jamás escritos, ese famoso "Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne". Todo lo que viene después es ahondar en el túnel al que hace referencia el título, en la obsesión de un hombre por una mujer a la que él exige sea idéntica a como él imagina cada momento, una comunión perfecta entre dos túneles que corren paralelos. En la película, la voz en off marca el clima desdee el principio, pero no es el recurso básico para traducir visualmente el delirio verbal y mental de Caste Drove ha optado por crear mundo repleto de espejos, imágenes que se desdoblan, personajes de cristal que confudimos con los de carne hueso. En ese universo, la luz es distinta, estilizada, irreal, pero nada difusa (los contornos de las cosas siempre están bien definidos, sin recurrir al flou, a medio cami entre Lang y Sirk -Drove dixit-, dos cineastas preocupad por las posibilidades reales que tiene el hombre de escapar a destino). Ella, María Iribarri aparece asociada al agua, tan desde ese cuadro apenas entrevisto al principio como a través de los decorados o de la lluvia que la acompaña en su última noche.

El túnel

Director: Antonio Drove. Intérpretes: Peter Waller, Jane Seymour, Manuel de Blas y Fernando Rey. Guión: Carlos A. Comejo, José A. Mahieu y A. Drove basado en el relato homónimo de Ernesto Sábato. Productor: Arturo Feliu. Fotograria: Gilberto Azevedo. Decorados: Francisco Prosper y Ercilia Alonso. Música: Augusto Algueró, hijo. Española, 1987. Estreno en cines Conde Duque, Peñalver, Renoir (versión original inglesa subtitulada).

En la película hay también otros recursos para no perder carácter obsesivo del texto literario, como es el haber prescindir de los fragmentos que visualmente podían convertirse en una digresión o en un ejercicio de género. Es así que han desaparecido los muchos días que pasan entre la primera visión de María parte de Castel hasta que reencuentran o que se ha preferido una estación de metro al edificio T. Otra opción coherente: rodar en estudio para mejor pod controlar los colores. Los "herméticos muros del infierno" que rodean a Juan Pablo Castel son grises casi siempre, surcados sombras que auguran rejas, menudo presididos por un espejo a través del cual ver las apariencias de la realidad.

Siendo obras distintas, que existen independientemente cada una coherente con su lenguaje, El túnel-película par destinada a agradar a aquel que han amado El túnel-texto terario. Basta con no preocuparse por el inventario de cambios o semejanzas y dejarse llevar como María, por la neurosis protagonista para reencontrar la obra de Drove la angustia que nos produjo la lectura.

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