FERIA DE SEVILLA

Salió el toro, y la que se armó

Después de siete tardes de borregos, a la octava salió el toro, y la que se armó. Allí sudar y correr allí trastabillar y padecer. Salió el toro, y daba igual que fuera grande o chico, pues lo mismo infundía respeto. Los tres primeros terciados, los tres últimos con impresionante arboladura, todos tenían trapío porque poseían la hechura inequívoca del toro serio, bien criado, musculoso y proporcionado, finísimo, de cabosRespeto -y reverencial- guardaron los toreros a los toros; en eso no hubo problema. Así metieran la cabeza con boyantía, como el lote de Campuzano; arando la arena con el hocic...

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Después de siete tardes de borregos, a la octava salió el toro, y la que se armó. Allí sudar y correr allí trastabillar y padecer. Salió el toro, y daba igual que fuera grande o chico, pues lo mismo infundía respeto. Los tres primeros terciados, los tres últimos con impresionante arboladura, todos tenían trapío porque poseían la hechura inequívoca del toro serio, bien criado, musculoso y proporcionado, finísimo, de cabosRespeto -y reverencial- guardaron los toreros a los toros; en eso no hubo problema. Así metieran la cabeza con boyantía, como el lote de Campuzano; arando la arena con el hocico, como el primero de Víctor Mendes; en rectitud como el último de Jerezano, los diestros se guardaron muy mucho de darles distancias para traérselos toreados, aguantar relajados las acometidas. Campuzano puso más oficio en su tarea, corrió bien la mano, pero -decían en el tendido-, sin garra. Claro: cuando un torero no se alivia con el pico, embarca con la panza del engaño, carga la suerte, tiene muchísima más garra que Campuzano, ayer.

Ibán / J

A. Campuzano, Mendes, JerezanoToros de Baltasar Ibán, muy bien presentados, con casta. José Antonio Campuzano: pinchazo, estocada ladeada, rueda de peones -aviso con retraso- y descabello (ovación y salida al tercio); dos pinchazos, otro hondo y rueda de peones; la presidencia le perdonó un aviso (ovación y salida al tercio). Víctor Mendes: pinchazo y estocada; la presidencia le perdonó un aviso (ovación y salida al tercio) estocada (ovación y saludos). Jerezano: estocada (aplausos y estocada (aplausos y saludos). Plaza de la Maestranza, 21 de abril. Octava corrida de feria

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Los otros dos espadas optaron por reducir distancias, citar muy en corto y, ante semejante agobio humano, el toro se negaba a embestir. Vez que, en el segundo de la tarde, Mendes le volvió la espalda y se alejó en la típica pausa entre tandas, sufrió una arrancada pavorosa y una voltereta descomunal, que hizo temer lo peor. Todas las cuadrillas, al quite, lograron quitarle el toro de encima, que lo corneaba sañudo, afortunadamente sin que ningún derrote le alcanzara el cuerpo.

Del tercero y quinto toro no se sabe si llegaron al último tercio con recorrido, pues sus respectivos matadores lo anularon ahogándoles las embestidas. El cuarto, que tenía poder y genio, produjo la desbandada. A Chacón le obligó a pegarse una carrera en pelo hasta el burladero, mientras una preciosa espectadora hacía el quite tirando el bolso. Luego se desquitó Chacán prendiendo dos emocionantes pares de banderillas, que se aclamaron con acompañamiento solemne

Más emocionantes que los de.Víctor Mendes en sus toros respectivos, aunque reunía en la cara el portugués. Pena que lo hiciera veloz y se recreara más en los contoneos, en las ceremonias, en los saludos, en las reverencias, more turquesco.

La acorazada de picar llevaba una feria de bromas, acostumbrada a mechar borregos, los de abajo protegidos por la empalizada de espesas guatas, los de arriba dominando desde sus inexpugnables barbacanas, sin que les ocurriera percance alguno. Salían a picar igual que a dar un paseo por la feria. El caballo se puso socarrón con el cuarto toro de ayer, le daba cordelejo y cuando se reía, hij, hij, hij, enseñaba entre belfos el teclado del piano. Advertirlo el toro, al que no le iban mofas, le prendió por los pechos y le pegó un porrazo, del que resultó el caballo brumado de costillas y con una tecla menos en el piano.

Viendo mellada el individuo del castoreño a su criatura amada, al siguiente embite la vengó, metió lanza feroz por los espinazos traseros al animal agresor, y ahora el que quedó brumado fue el toro, si bien no tanto que dejara de embestir. Agujereado y todo, al banderillero Arenas también le hizo correr, y este salvé el honor en el sexto, haciendo oportunísimos quites a sus compañeros.

La emocionante lidia del toro de casta constituyó una pelea desigual, porque los toreros no están acostumbrados a estos ajetreos y sinsabores. Cuando sale el borrego tullido, dicen los taurinos para demostrar que no hay fraude: ¡Si eso no beneficia a nadie! Si es así, los toreros de ayer resultaron beneficiadísimos. Pregúnteles, pregúnteles.

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