Crítica:FLAMENCO

Manuel

Una voz y una guitarra. Manuel Molina no necesita más para edificar una teoría artística de sorprendente e inusitada belleza. Una voz no especialmente brillante, sino opaca, como vieja, y a todas luces insuficiente en los momentos de mayor exigencia. Una guitarra que sí me parece extraordinaria. Manuel a veces se olvida de ella, con los brazos abiertos y la voz a lo alto, en esos impresionantes trenos descarnados de sus momentos de mayor intensidad expresiva; pero la nota justa sonará en el momento preciso.He dicho la nota justa. Porque Manuel utiliza la guitarra con una economía que raya en e...

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Una voz y una guitarra. Manuel Molina no necesita más para edificar una teoría artística de sorprendente e inusitada belleza. Una voz no especialmente brillante, sino opaca, como vieja, y a todas luces insuficiente en los momentos de mayor exigencia. Una guitarra que sí me parece extraordinaria. Manuel a veces se olvida de ella, con los brazos abiertos y la voz a lo alto, en esos impresionantes trenos descarnados de sus momentos de mayor intensidad expresiva; pero la nota justa sonará en el momento preciso.He dicho la nota justa. Porque Manuel utiliza la guitarra con una economía que raya en el ascetismo. Creo no haber oído nunca una guitarra flamenca tan poco presente, tan usurariamente economizada. Manuel se olvida de falsetas, trémolos, arpegios, picados..., de todo lo que pueda ser ornamento o artificio. Pero también es verdad que cuando la utiliza lo hace de manera inteligente y profunda, enriqueciendo con sus notas y jondura la tremenda, desencarnada elementalidad de sus recursos expresivos

La calle del Beso

Voz y guitarra: Manuel. Madrid. Teatro Alfil, 10 de febrero.

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En Manuel Molina hay también un músico y un poeta. Un músico con una definitiva capacidad de intuición para comprender el espacio en que debe desenvolver su universo creador. Un poeta que con la misma austeridad expresiva que marca toda su obra es capaz de ofrecemos copias tan justas, escuetas y eficaces que gran parte de ellas obligan al oyente a manifestar de inmediato su admiración; yo no sé si todas las coplas que Manuel canta son de su creación, pero si no lo son, tiene el mérito de la selección en una línea armónica de autoría y de espíritu; coplas bellísimas, directas, que si no son del pueblo merecerían serlo.

Manuel Molina, en esta nueva etapa de su carrera artística, en solitario, es evidente que tiene mucho que decir. Su presentación en el nuevo Alfil, con más ambiente de tertulia informal que de teatro, tuvo carácter de apoteosis.

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