Crítica:CINE / 'JARDINES DE PIEDRA'

La retaguardia

Jardines de piedraDirección: Francis Coppola. Guión: Ronald Bass, según la novela de

Nicholas Proffit. Fotografía: Jordan Croneweth. Música: Carmine Coppola. Producción: Michael Levy. Estados Unidos, 1987. Intérpretes: James Caan, Anjelica Huston, James Earl Jones,

D. B Sweeney, Dean Stockwel. Estreno en Madrid: Duplex (en versión original subtitulada), Vaguada, Bilbao.

Jardines de piedra, última obra de Francis Coppola, decepcionó cm el pasado festival de Moscú. Considerada de antemano como favorita para el gran premio, al final no llegó a obtener ni ...

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Jardines de piedraDirección: Francis Coppola. Guión: Ronald Bass, según la novela de

Nicholas Proffit. Fotografía: Jordan Croneweth. Música: Carmine Coppola. Producción: Michael Levy. Estados Unidos, 1987. Intérpretes: James Caan, Anjelica Huston, James Earl Jones,

D. B Sweeney, Dean Stockwel. Estreno en Madrid: Duplex (en versión original subtitulada), Vaguada, Bilbao.

Jardines de piedra, última obra de Francis Coppola, decepcionó cm el pasado festival de Moscú. Considerada de antemano como favorita para el gran premio, al final no llegó a obtener ni tan siquiera una mala mención del jurado, que pres día un actor tan coppoliano como Robert de Niro.No se produjo ninguna protesta ante esta exclusión de Jardines, de piedra de los premios. Y, sin embargo, aunque este irregular filme está lejos de ser uno de los mejores de su director, lo cierto es que contiene escenas magistrales; y que, a lo largo de todo él, flota entre las imágenes un inquietante tono, difícil de definir, que nos pone una vez más ante los ojos el talento de Coppola.

ANGEL FERNÁNDEZ- SANTOS

La inteligencia humana a la luz de la inteligencia artificialMarvin Minsky. Traducción de Lidia Espinosa de Mateu. Supervisión y revisión de Fernández Long y Reggini. Ediciones Galápago. Buenos Aires, 1987. 349 páginas. 5.671 pesetas. Principios de inteligencia artificial Nils J. Nilsson. Traducción de J. Fernández Biarge. Ediciones Díaz de Santos. Madrid, 1897. 422 páginas. 4.240 pesetas.

Lo primero que sorprende de Jardines de piedra es su asunto argumental: el cineasta que mejor ha penetrado, con Apocalypse Now, en el infierno de la vanguardia del ejército de los Estados Unidos en Vietnam, ahora insiste en el mismo episodio histórico, pero yéndose al polo opuesto de las dramáticas primeras líneas de combate, a la última retaguardia, la del cementerio de Arlington, a la vida cotidiana de la guardia encargada de enterrar a los cadáveres de los soldados que llegaban a Estados Unidos desde el matadero de Apocalypse.

La película es, en apariencia, un canto a esos muertos y a los guardianes de su última morada; pero es también algo más: el sutil, y no explícito, revés de ese canto. Por ello, el filme tiene una doble visión, un tanto extraña. Por una parte, la explícita, que le hace parecer un encargo del Pentágono, que dio facilidades para rodar en escenarios reales e impagables medios materiales y humanos, que ayudan mucho a la excelente ambientación del filme.

Pero, por otra, este filme conservador, tiene de improviso rupturas internas, que permiten descubrir, entre líneas, un segundo y oculto punto de vista crítico, que quita calor al primero y lo entorpece con argucias sólo posibles en un mago de la imagen. Y el lado humano de los enterradores de héroes se distancia y cierra el paso a la exaltación militarista.

Escenas como la del bar; la tozuda insistencia de la cámara en asociar los signos del nacionalismo con incontables hileras de lápidas mortuorias; secuencias como la inspección del dormitorio de los soldados; así como las actuaciones de James Caan y James Earl Jones, llevan el sello del maestro.

Pero el filme, considerado globalmente, resulta algo premioso y no enteramente convincente. Se dice que Coppola aceptó dirigirlo para dar motivos de reconciliación con él a los militares, que no lo tragaban desde su feroz Apocalypse. Si esto es así, los méritos de Coppola para ganarse ese perdón son evidentes, pero empañados por las reservas y resquemores que habrán despertado sus incursiones en otro filme subterráneo, de distinto cariz, que discurre escondido bajo las evidencias de éste.

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