40º FESTIVAL DE TEATRO DE AVIÑÓN

Escaso eco de Harold Pinter

Harold Pinter ha hecho una breve escapada a Aviñón para asistir al estreno en Francia de tres de sus obras: Une sorte d'Alaska, Victoria Station y Un pour la route, esta última recientemente presentada en Barcelona por el Teatre Lliure con el título de L'última copa.

Las tres obras han sido interpretadas por miembros de la Comédie Française -entre ellos, Claude Winter, decana de los sociétaries, Michel Aumont y Jean le Poulain, administrador general de la Comédie- bajo la dirección de Bernard Murat.

Huelga decir que el trabajo de los cómicos ha sido excel...

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Harold Pinter ha hecho una breve escapada a Aviñón para asistir al estreno en Francia de tres de sus obras: Une sorte d'Alaska, Victoria Station y Un pour la route, esta última recientemente presentada en Barcelona por el Teatre Lliure con el título de L'última copa.

Las tres obras han sido interpretadas por miembros de la Comédie Française -entre ellos, Claude Winter, decana de los sociétaries, Michel Aumont y Jean le Poulain, administrador general de la Comédie- bajo la dirección de Bernard Murat.

Huelga decir que el trabajo de los cómicos ha sido excelente y la acogida del público (las localidades para las nueve funciones se agotaron antes del estreno), unánimemente cordial. Pero lo que me parece interesante destacar en esta crónica no es el valor artístico de las producciones de la Comédie ni el trabajo de sus miembros, y mucho menos la calidad del teatro de Pinter, sino el escaso eco que ha tenido en los ambientes artísticos e intelectuales que rodean el festival -y que, de hecho, se alimentan de él- la presencia, por primera vez en Francia, de un Pinter político que aborda, en Un pour la route, el tema de la tortura. Dicho de otro modo: unos años atrás, no muchos, una obra que abordase dicha temática habría provocado en Aviñón una serie de debates, con participación de miembros de partidos políticos, asociaciones pro derechos humanos, Amnesty International, etcétera. Hoy, por el contrario, la gente se limita a aplaudir el trabajo de los actores, especialmente el del señor Le Poulain (que interpreta el personaje del torturador, el mismo que en el Lliure encarnaba Fermí Reixach), famoso actor cómico, muy querido del público del bulevar, y al que en la crítica francesa le reconoce en esta ocasión su esfuerzo en contenerse, su tacto al interpretar el personaje de Nicolás, el torturador. Como dice Henry-Jean Servat, en Libération: "Le Poulain ne fait plus désormais le con".

El horror cotidiano

La tortura, pues, parece no interesar al culto y otrora hipersensibilizado público de Aviñón. Lo cual no hace sino darle la razón a Pinter cuando afirma: "En la actualidad, existen por lo menos tinos 90 países en los que la tortura es una práctica corriente, algo rutinario y plenamente aceptado. Cada detención, cada encarcelamiento suelen ir acompañados de torturas. Lo que ocurre, dice el autor británico, es que, a diferencia de los años cincuenta en que los campos de concentración eran todavía una herida abierta, hoy podemos fácilmente ignorar la tortura precisamente porque se ha convertido en algo habitual, en un horror cotidiano".Harold Pinter, 57 años, hijo de un zapatero judío del East End, que conoció la variante británica del fascismo en su carne adolescente; que fue objetor de conciencia y procesado como tal; que se dio a conocer como maestro en las martingalas del lenguaje, del lenguaje utilizado como "smoke screen", es hoy un miembro del CND (Campaing for Nuclear Disarmament), contaba en Aviñón, a quien quisiera escucharle, que un Pour la route nació como una respuesta rabiosa -y lúcida- a la detención (acompañada de 45 días de incomunicación total), procesamiento y condena a ocho años de trabajos forzados de dos miembros de la Asociación Turca por la Paz. Y también contaba indignado, a quien quisiera escucharle, cómo debajo del campo de su club de criket en el Buckinghamshire, se había construido en 1984 un búnker de tres pisos destinado a albergar el cuartel general de la fuerza nuclear norteamericana en Europa. El centro de operaciones de las bases atómicas norteamericanas en Europa debajo de un campo de criket, ¡qué tema para una obra de Pinter! Pero el público culto de Aviñón pasaba, como suele decirse, de esas futilidades y parecía mucho más interesado en saber qué posible, relación había entre el padre ciego de Une sorte d'Alaska y el viejo Edipo. "Evidentemente, ninguna", se limitó a responder el autor británico.

No ha habido pues, en Aviñón, debate alguno sobre la tortura, pero sí lo ha habido en torno al tema de la cultura y los medios de comunicación. La culture est-elle victime des media?, era el título del debate organizado por el periódico Le Monde con motivo del 40º aniversario del festival, aniversario al que el prestigioso diario francés se ha querido sumar, además, con la edición de un número especial dedicado a evocar, a través de crónicas y comentarios críticos, esos 40 años de creación teatral.

En torno a Daniéle Heymann, responsable de la sección de cultura de Le Monde, se reunieron Antoine Vitez (director del Théâtre National de Chaillot), Michel Cardoze (TF-1), France Roche (Antenne 2), Guillaume Gronier (la SEPT), Alain Crombecque (director del Festival de Aviñón), Bernard Faivre d'Arcier (ex director del festival) y André Fontaine (director de Le Monde), para hablar de cultura (o mejor, de teatro) y de los medios de comunicación (en concreto, de la televisión).

Cada cual defendió "sa boutique", y si con Pinter no hubo debate o, si prefieren, hubo un conato de debate de ciegos y sobre ciegos, el de Le Monde terminó por parecer un debate de sordos.

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